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Un puñado de jóvenes nos dan una lección de juego en equipo y que el ‘yes we can’ de Obama es posible en Colombia.
Hoy a las 3:00 pm, un puñado de colombianos nacidos entre los años ochentas y los noventas, saltan a la cancha de fútbol con la ilusión de ganarle a Brasil en su casa, venciendo la tradición, la historia, el poder y la influencia. Son un puñado de nuevos colombianos, globales, jóvenes, preparados y responsables a quienes los une ese slogan político: yes we can (sí podemos), que llevó a la Casa Blanca a Barack Obama y que resume en dos palabras el espíritu del nuevo país que debemos construir.
El yes we can de la Selección de Colombia de Fútbol es un punto de quiebre, no solo de este deporte, sino de una generación que pronto debe llegar a los cargos de poder para verdaderamente transformar al país. No debe haber un duelo entre los colombianos del pasado caracterizados o reconocidos internacionalmente por desorganizados, amigos de los delitos y con una alta dosis de corrupción; frente a los que han llegado con esta modernidad, quienes tiene mucho de globales, responsables, honestos, honrados, trabajadores, en pocas palabras, ejemplo para los más jóvenes. Debe haber una transición sin trastornos, pues lo hecho por el deporte colombiano en los últimos meses bien vale la pena ponerlo como punto referente de cambio social. No solo es la Selección de Fútbol, son Nairo Quintana y Mariana Pajón, entre otros muchos nacionales jóvenes, que están llamados a cambiar la Colombia del siglo XXI.
Estamos seguros que James Rodríguez, Juan Guillermo Cuadrado y David Ospina son verdaderos arquetipos de profesionales triunfadores dignos de imitar por las nuevas generaciones. La filosofía de juego diseñada por el profesor José Néstor Pékerman se puede aplicar en el contexto empresarial y político: trabajo humilde, en equipo, sin miedo, valorando las ventajas competitivas y sin creerse el cuento del triunfo momentáneo, son valores transversales que bien sirven para todos los colombianos en cualquier situación. Los triunfos deportivos son ese bálsamo relajante e inspirador que tiene que transformar al país, de esos logros se desprenden enseñanzas, se refuerzan iconos valiosos, y lo más importante, se forja la verdadera marca país.
Que el fenómeno de la Selección paralice a un país de unos 47 millones de personas en torno a un reto deportivo, es una oportunidad de oro en la construcción de una identidad nacional sólida, que la corrupción, la violencia y la desigualdad han socavado por años. Hoy vale la pena creer que el espíritu del ‘sí podemos’ con que saltarán esos once muchachos debe perdurar, permanecer y entregar ese sentimiento a las nuevas generaciones de colombianos como un testigo que se pasa de mano en mano. Podemos continuar en el Mundial o devolvernos a casa, pero estamos seguros de que nada volverá a ser igual.
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