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Por primera vez desde su declarada autonomía constitucional, todos los codirectores habrán sido nombrados por el Presidente en ejercicio, un llamado a su independencia
Con la salida de Carolina Soto como codirectora de la Junta Directiva del Banco de la República se origina un fenómeno inédito que no se había presentado desde 1991 cuando la Constitución Política le dio origen a la independencia del Emisor. Todos los codirectores habrán sido nombrados por el Presidente de la República de turno. El próximo reemplazo de Soto, Mauricio Villamizar, Bibiana Taboada, Roberto Steiner y Jaime Jaramillo son cuota del presidente, Iván Duque, en la máxima institución económica encargada de mantener el poder adquisitivo del peso, controlar la inflación y darle liquidez al mercado en distintas operaciones monetarias. El resto de la Junta Directiva son el ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo y el gerente general de la entidad elegido recientemente por los antiguos codirectores, Leonardo Villar, quien derrotara por unanimidad al exministro, Alberto Carrasquilla. La inédita situación de poder unánime del Ejecutivo, solo equiparable a la primera Junta derivada de la nueva constitución, es un hecho que vale la pena resaltar y analizar, no porque el Primer Mandatario vaya a manipular la entidad o porque quiera hacer sentir su poder sobre el costo del dinero, la tasa de cambio o demás factores en los que incide el Emisor, pues Duque ha dado muestra ejemplar de ortodoxia económica y respeto por cada una de las normas constitucionales.
El punto es, que las dos últimas y únicas reelecciones presidenciales (Uribe 2010 y Santos 2014), rompieron los equilibrios constitucionales de los nombramientos en el Banco Central, corregidas ya por inusitadas renuncias que han ido equilibrando las cargas. Que un Presidente tenga el control del Emisor rompe con todo el espíritu de la independencia ahora que varios candidatos populistas que compiten por la Casa de Nariño recomiendan que el Emisor le preste dinero al Gobierno de turno o que imprima billetes para bajar el déficit fiscal. Consejos poco ortodoxos inusuales en el siglo XXI y castigados por la banca multilateral y las firmas calificadoras de riesgo. Aunque el peor problema de que el Gobierno maneje el Emisor a su antojo es la credibilidad, la variación de los precios y la tasa de cambio al antojo de importadores o exportadores. Un Emisor independiente, evita o le impide al gobernante que sus políticas monetarias estén influenciadas por las necesidades burocráticas cortoplacistas. Uno de los grandes problemas de América Latina en los años 80 y 90 fueron las hiperinflaciones, la deuda externa y el errático manejo de sus bancos centrales usados por los presidentes como cajeros electrónicos para pagar favores políticos y empobrecer a la gente vía variación de los precios y devaluación de las monedas. Eso aún sucede en Venezuela y Argentina, países inflacionarios que en cualquier momento caen en default por sus malos modelos económicos, pero más aún por la injerencia del ejecutivos en las decisiones de política monetaria.
¿Qué pasaría si un candidato como Gustavo Petro gana la Presidencia de Colombia y encuentra en bandeja de plata que todos los codirectores del Emisor son de su ideario económico u obedientes a su modelo de corte socialista? Por fortuna, Duque sí los ha nombrado y cuenta con unanimidad en la Junta del Emisor, pero sus políticas económicas e ideas monetarias las descansa en una entidad por ahora independiente.
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