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EDITORIAL

La fórmula de bajar la inflación con dinero caro

sábado, 19 de marzo de 2022

Con la subida de tasas de la Reserva Federal, lo propio es que el Emisor copie la fórmula y siga elevando el costo del dinero, con fuerte impacto en la reactivación de la economía

Editorial

La paradoja es simple. El primer escenario es que el mundo experimenta una inusitada resurrección de la inflación como consecuencia del infarto en los puertos y el elevado costo de los fletes derivados de la pandemia; niveles de variación de precios entre 7% y 8%, no vistos en Estados Unidos y Europa desde hace tres y cuatro décadas. En los mercados emergentes como el colombiano la situación es mucho más compleja porque las autoridades económicas tienen que luchar contra un techo imaginario de que el costo de vida no llegue a dos dígitos y absorba en el primer trimestre los aumentos salariales para este año.

El segundo escenario lo presentan dos elementos: el rebote de los crecimientos económicos en todo el mundo, incluso también de dos dígitos, y la intención natural de los gobernantes e imperativo de la banca multilateral de sostener ese ritmo de repunte del PIB para que muchas de las personas que cayeron en la pobreza por los efectos del coronavirus, puedan recuperarse, no solo con ayudas gubernamentales, sino con acceso a créditos baratos que fortalezcan el consumo, pilar del repunte del PIB en varios países durante el último trimestre del año. Si se mezcla la primera situación inflacionaria y se proyectan sus consecuencias, el daño colateral de los altos precios siempre recaerá en las familias de menores ingresos, revictimizádolos, pues también fueron quienes cayeron en la pobreza durante 2020 y parte de 2021. La única manera de enderezar la situación es que los sistemas financieros pongan en el mercado dinero más barato y accesible para que las empresas puedan reactivar sus planes de producción y la capacidad instalada vuelva a épocas prepandémicas; contexto que genera o recupera los empleos formales destruidos.

El gran problema es que la única arma usada por todos los bancos centrales es subir las tasas de intervención del mercado monetario para desinflar la inflación, haciendo saltar las tasas de casi cero, en los países desarrollados a 7% o más en los subdesarrollados. Dicen los comentadores de las medidas monetarias tomadas por los codirectores del Banco de la República que al terminar el primer semestre del año la tasa de intervención en Colombia puede estar en 7,5%, situación de costo de dinero que aplazaría cualquier intención de compra o de expandir los negocios. Pero en lo subyacente dicen que si se esperan tasas por encima de 7%, la inflación va a estar en dos dígitos antes de que el Gobierno Nacional actual entregue las llaves de la Casa de Nariño.

El punto es que las medidas arancelarias para reducir los precios llegaron muy tarde y el Emisor hace lo que sabe hacer, subir la tasas, acciones que no van a bajar la variación de precios muy a pesar de que la producción de alimentos tiene buen nivel, el clima acompaña las siembras y las cosechas y no se ven interrupciones en la cadena por paros y protestas. El gran fantasma inflacionario viene de la mano de dos externalidades gemelas: el conflicto en Ucrania y la disparada de los precios del petróleo, que encarecen el transporte y la importación de insumos derivados del crudo. Cada país es distinto por la naturaleza de sus economías y Colombia no es la excepción, el Gobierno debe trabajar más de la mano con sus ministerios y los codirectores para que las decisiones de política monetaria no sean reflejo de lo que haga la Reserva Federal.

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