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Un mes de paro puede ser tan malo para la economía como año y medio de pandemia, pero lo peor es que no se puede escoger entre lo uno y lo otro, los males van en simultánea
Todos los países del mundo están saliendo poco a poco de la pandemia gracias a la efectividad de sus planes de vacunación, a la masiva fabricación de vacunas, a las ayudas económicas de sus estados, a los fondos de financiamiento de los clubes y/o grupos de países, pero sobre todo porque se han concentrado en un solo frente de batalla: derrotar el coronavirus.
En Colombia se juntaron dos males, la pandemia y todas las medidas accesorias como las cuarentenas y los cierres comerciales, con unas protestas sociales que amenazan con extenderse y cumplir un mes de actividades traumáticas que buscan obligar al Gobierno Nacional a comprometerse con cosas imposibles financiadas por el erario público. La pandemia, que oficialmente comenzó en marzo de 2020 va rumbo a cumplir año y medio, en un país como el nuestro que no ha alcanzado la esperada velocidad de crucero de la vacunación (200.000 dosis diarias), tema que pasó a un segundo plano mediático, pero que su cruda realidad se puede observar en el promedio de 470 muertes diarias por covid y las UCI copadas.
Dos asuntos que solo en Colombia se juntaron en un coctel de muerte y destrucción y que están golpeando la economía, llevándola al foso profundo del que se demorará varios años en salir. Si bien, entre enero y marzo se recuperó en terreno positivo el PIB y se empezaron a mostrar números negros de 1,1%, el desempeño económico de abril y mayo no es muy buenos; el cuarto mes del año será malo por los cierres comerciales decretados por los alcaldes, y mayo, por las protestas que han ido de mal en peor, no ha habido ni un solo día de normalidad, muy a pesar de que los contagios están en sus picos más altos y las cifras de muertos no disminuyan.
La pandemia pasará y ya se ve la luz al final de túnel; el plan de vacunación se irá ejecutando lentamente, así el Gobierno Nacional tenga que gastarse los pocos meses que le quedan, pero los coletazos de la protesta social violenta son letales para las instituciones, son muy comprometedoras para el presupuesto nacional y lesivas de manera irreparable para la imagen del país en el exterior.
Perder la sede la Copa América en la misma semana que se revisa el grado de inversión pareciesen cosas menores a los ojos de los manifestantes, pero no es así. La reputación del país está en su nivel más bajo y levantarla será una tarea de muchos años, pues los inversionistas apuestan por países con seguridad jurídica, con estabilidad en su orden público, pero ante todo por países que generen confianza más que oportunidades económicas. Poco a poco se han ido desgranando las revisiones a la baja de la calificación de las empresas más emblemáticas, los bancos, las de servicios públicos, los fondos de pensiones y poco a poco sin proponérselo como país estaremos alineados en lo político, económico y social con la Cuba de los Castro, la Bolivia de Evo, de la Venezuela de Maduro, la Nicaragua de Ortega y la Argentina de Cristina.
La pandemia no logró quitarle el grado de inversión al país ni hacerle perder la sede de un importante evento deportivo, fueron las protestas violentas que se enquistaron, empujando al país a coquetear con un modelo de economía asistencialista, que llena los vacíos de la competitividad con promesas de subsidios, aún cuando no hay dinero de impuestos porque quienes los pagan miran otros mercados.
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