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Hacer contribuir a las pensiones de más de $7 millones al mes es destapar otro problema pendiente, la reforma pensional, que obliga a pensar en la crisis del ahorro de las familias
No es un mérito para el Gobierno Nacional haber tramitado tres reformas tributarias en menos de cuatro años de mandato, la historia dictará que fue una situación extraordinaria y que no se debía ser inferior al reto de financiación estatal.
Todo el asunto de la pandemia y la derivada crisis económica ha destapado un asunto que bien amerita hacerle una alerta económica: el ahorro de las familias en Colombia, que no pasa por un buen momento a pesar de que las cifras del sistema financiero demuestren que durante el encerramiento y las cuarentenas la gente dejó de gastar. Un comentario que puede ser superficialista a la luz del crecimiento de la cartera vencida de consumo.
El punto es que entre las reformas económicas pendientes de las últimas dos administraciones, además de la reforma tributaria estructural que nada que llega, está el rediseño profundo del sistema pensional vigente desde hace tres décadas. La misma dinámica del mercado del ahorro pensional ha trazado un sendero difícil de desconocer, mientras Colpensiones tiene una base de datos de casi dos millones de pensionados, las administradoras de los fondos privados no llegan ni al medio millón. Lo peor de esta asimetría, de dos sistemas que debían competir en igualdad de condiciones, es que el llamado régimen de prima media con prestación definida recibe 12.000 traslados mensuales, situación que se convierte en una bomba pensional para las arcas estatales en pocos años.
Es una situación a la que el próximo gobierno le debe poner el sello de prioritario o de máxima urgencia, máxime ahora que el Ministerio de Hacienda ha destapado una auténtica Caja de Pandora al proponer cobro de impuestos a los pensionados que reciben una mesada mensual superior a los $7 millones; discusión que ocupará al Congreso de la República y que los hará reflexionar sobre las condiciones en que se jubilan los colombianos, el mito o la realidad de la doble tributación durante la vida laboral y posterior jubilación, cosas que se tendrán que comprobar. Pero más allá se empezará a reflexionar sobre el ahorro de las familias colombianas, que no ha existido como ocurre en países similares. Las cesantías se convirtieron en dinero de cajero y no operan como tal, y a las populares cuentas AFC y pensiones voluntarias también les cayó la tributaria.
Colombia tiene un serio problema de ahorro de las familias, un asunto que solo lo tocan los macroeconomistas como insumo para sus investigaciones académicas, pero que es un asunto olvidado del sistema financiero y de temas cruciales de política pública como la reforma pensional y por supuesto la tributaria. Poco más de una tercera parte de los casi 14 millones de hogares que hay en Colombia cuentan con capacidad de ahorro y no hay incentivos para hacerlo.
El ahorro no depende sólo del nivel de ingreso, sino de una cultura instalada en las familias que se cimenta en las pensiones, las cesantías y los seguros. Es muy preocupante que la cultura del consumo sea más fuerte que la del ahorro, factor diferenciador con el resto de países de la Ocde. Alemania lidera el ahorro con una tasa de 19%, seguido por Suecia (18%), Austria (15%) y Holanda (5%). En un país como Colombia, las discusiones tributarias se dan sin tener como norte el mejoramiento económico de las familias. Ojalá el cobro de impuestos a las pensiones destape esta auténtica Caja de Pandora.
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