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EDITORIAL

La Alianza del Pacífico con sede en el Caribe

lunes, 10 de febrero de 2014
La República Más
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Muchas veces lo dijimos, pero la gota que rebosa la copa es que el acuerdo de la Alianza se firme en el Caribe. Un contrasentido.

La mejor iniciativa de bloque regional y de dinamización del comercio en el continente de los últimos tiempos fue la que ideó el expresidente peruano Alan García, y la que rápidamente fue copiada por sus homólogos Sebastián Piñera, de Chile, y Juan Manuel Santos, de Colombia. De eso han pasado solo tres años, y la llamada Alianza del Pacífico se perfila como un verdadero bloque en el que confluyen idearios demócratas, liberales, y sobre todo, de preocupación y sensibilidad por el bienestar de los países con una misma característica geográfica: que todos tienen grandes costas sobre el Océano Pacífico, justo en el mar por donde hoy se moviliza la mayor parte del comercio internacional.

Y desde entonces, venimos haciendo énfasis que las grandes discusiones sobre la cuenca del Pacífico, desde la perspectiva colombiana, deben hacerse en la misma zona implicada, no desde Bogotá, la capital del país, ni mucho menos desde el Caribe, la siempre escogida sede para comodidad y placer de los responsables de que esa iniciativa prospere. Claro, Lima tiene el puerto del Callao a pocos minutos de la capital peruana, y Chile tiene a Valparaíso a solo 45 minutos de Santiago por una gran avenida. Pero Colombia no tiene un nodo sobre el Pacífico. La pobre y empobrecida Buenaventura es una población de quinta para los expertos en comercio internacional. No solo es un puerto violento, sino que no cuenta con la infraestructura para atender a los presidentes promotores de la Alianza del Pacífico.

Está Cali, que debería pasar de llamarse la capital del Valle del Cauca a ser verdaderamente la capital del Pacífico colombiano. Es la tercera ciudad de Colombia y alguna vez estuvo en el segundo puesto. Tiene buena infraestructura hotelera, es sede de grandes multinacionales y hoy cuenta con universidades de primer nivel, que pueden tener como eje central de la academia el Pacífico, pero solo sí el Gobierno Nacional les da juego. Por todo esto, no se compadece el cuento de que la firma del gran acuerdo entre los gobiernos de la Alianza del Pacífico, que elimina el arancel de casi 100% de los productos comercializados, se lleve a cabo con bombos y platillos en Cartagena, la bella y placentera capital del Caribe colombiano.

Creemos con vehemencia que hablar de las grandes posibilidades que brinda el mar de Balboa y sacar pecho de los dos mares que bañan nuestro territorio en eventos internacionales en Davos, Hong Kong, Londres o Cartagena, no solo es muy fácil, sino que es solo una muestra de falta de sindéresis y de realismo sobre el país. Insistimos en que las autoridades de comercio exterior colombianas fallan gravemente en sus estrategias con Cali y Buenaventura, y pecan por el cortoplacismo de sus actuaciones.

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