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La nueva canasta tendrá más de 440 productos y servicios tendientes a calcular de la inflación mensual, pero no hay que mirar las regiones
Desde hace varias décadas, uno de los clichés periodísticos más usados en la prensa económica es preguntarse ¿dónde merca el Dane? pues es habitual que los consumidores no le crean a las cifras que brinda la entidad rectora de los números oficiales, pero dicho sea de paso, es una de la instituciones de mostrar en el concierto internacional de la economía; la misma Ocde ha destacado al Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas como uno de los pioneros en la región, probidad que tuvo que demostrar durante el reciente ingreso de Colombia al “club de las buenas prácticas”.
Aunque siempre habrá margen para mejorar y dos frentes lo ameritan: uno es la medición del desempleo y el otro la variación real del costo de vida. Ambos datos fundamentales para el monitoreo económico pero muy desgastados por la misma estructura de la economía colombiana muy departamentalizada por el obsoleto concepto de los estratos socioeconómicos, especialmente en lo que tiene que ver con la canasta familiar.
El Índice de Precios al Consumidor que se usa para medir la variación de los precios de los bienes y servicios en casi todo el territorio colombiano se ha basado desde 2008 en un largo listado de artículos que han cambiado no solo de peso cuantitativo en la canasta, sino de peso específico al interior de las decisiones familiares. Ecuación que se complica si miramos que Colombia es un país de regiones y el consumo de productos varía de manera radical.
Por citar un ejemplo, una arepa, una gaseosa, un galón de gasolina o las películas por vía streaming, no tienen el mismo valor o peso en las decisiones de consumo de las familias. Los patrones de consumo en la región Caribe difieren mucho de las de la región Andina. Y esas variaciones deben ser muy claras y es preciso marcarlas en la nueva canasta familiar que el Dane presenta para el futuro. Incluso, el peso de la telefonía celular ha desplazado en importancia a otros servicios que en los comienzos del nuevo siglo XXI eran importantes, pero ya cotizan a la baja.
Este año, como sucede en cada década, el Dane actualiza los gastos de las familias a través de la Encuesta Nacional de Presupuesto de los Hogares, con el objetivo de brindarle insumo a las empresas y a las autoridades económicas para tomar decisiones; incluso para medir mejor la lucha contra la pobreza, pues mediante este trabajo de campo se conoce quién come qué y en dónde. Lo importante es estar atentos a los rápidos cambios en las tendencias de consumo, que antes no variaban mucho y se determinó hacer ajuste permanente casi imperceptible, pero ahora con el frenesí del consumo y la globalización es determinante hacer una medición más precisa de la inflación y el desempleo, especialmente.
La tecnología ha sido disruptiva en el gasto de los hogares y en el mejoramiento de la calidad de vida. Hasta hace poco un teléfono celular era un lujo, ahora es una necesidad por todas las aplicaciones que se manejan; lo mismo sucede con el consumo de datos que ha precipitado mayor control por parte de las autoridades y que es uno de los servicios fundamentales que incluso desplazan a la alimentación.
El Dane no debe ir un paso más adelante, sino cinco en conocimiento de las decisiones de consumo de las familias para saber sus tendencias y ser más precisos para que no haya correcciones macro y no se encuentren lunares que lleven a desconfiar de los informes.
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