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La disputa entre el gobierno australiano, la red social Facebook y el buscador Google, ha puesto la discusión en todos los países sobre la necesidad de que paguen por el contenido
“Cuando un servicio es gratis, el producto eres tú”, reza el adagio popular, que es una de esas frases no atribuibles a nadie que hacen escuela en la cada vez más candente discusión sobre el pago en internet, algo que nació gratuito y que está basado en economías colaborativas, pero con la certeza de que hay grandes multinacionales enriqueciéndose con la difundida noción de que todo debe fluir por carreteras de gratuidad, mientras los más listos manejan las autopistas y los peajes. El tema viene a colación esta semana porque el Gobierno australiano ha decidido que tanto el exitoso e irremplazable Google, como la red social propietaria de WhatsApp e Instagram, Facebook, están obligados por ley a pagar por el contenido noticioso que utilizan de medios de comunicación, a quienes dicho sea de paso, les cuesta muchos millones producirlos, además que pagan impuestos, generan empleo y curan los contenidos publicados desde hace varios siglos.
Es una polémica que se agitará con el paso de los meses y seguramente terminará en favor de los generadores de contenidos, que dicho sea de paso en la agitada era de las redes sociales, son todas las personas y empresas del planeta. Si los emprendimientos de Mark Zuckerberg y de Serguéi Brin y Larry Page, no hubiesen partido de que todo es gratuito, no se habrían convertido en unas de las corporaciones más grandes del mundo. Miles de millones de usuarios (individuos y empresas) de los buscadores y las redes sociales, se levantan cada día a actualizar sus sitios sin ninguna retribución a cambio, incluso entregando toda la trazabilidad de su comportamiento de consumo, sus hábitos de informarse, sus lugares frecuentes y todos esos datos que hoy son mucho más valiosos que un barril de petróleo o una onza de oro. Si Facebook o Google hubiesen destapado su carta o el componente secreto de sus éxitos y hubiesen hecho una convocatoria abierta en todo el mundo para que la gente publicara su contenido personal o profesional de forma gratuita, no hubiesen llegado donde están. Hoy es imposible, las personas están capturadas por la fiebre del “yo publico” sin ningún precio, engordando unas empresas que pueden poner en jaque las democracias más sólidas.
La sociedad actual ya entregó sus datos y la frase “cuando un servicio es gratis, el producto eres tú”. -Eli Pariser, en Filter Bubble- alerta sobre el peligro de la manipulación de las noticias, “pues están configuran el sentido que tenemos del mundo, de lo importante, de la escala, color y carácter de nuestros problemas. Más importante aún, sientan los cimientos de experiencias y conocimientos compartidos sobre los que se construye la democracia. Si no entendemos los grandes problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad, no podremos actuar unidos para solucionarlos (...) Si las noticias importan, los periódicos importan, porque los periodistas son quienes redactan la mayoría de ellas. Las fuerzas desencadenadas por internet impulsan una transformación radical con respecto a quienes producen noticias y cómo lo hacen”, y con qué interés.
Facebook y Google, por ahora, deben volver a hacer la matemática de sus ingresos en todo el mundo y por ética, pura responsabilidad y coherencia de la formación social, deben pagar por los contenidos que usan y sobre los cuales han forjado sus grandes imperios económicos.
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