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EDITORIAL

Dos ejemplos perversos de subsidios

jueves, 5 de diciembre de 2013
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Comprar toneladas de papa y darle dinero por carga a los cafeteros han distorsionado la productividad de esos cultivos.

Los subsidios no son malos y en casi todos los países desarrollados existen, lo perverso en el caso colombiano es que se apliquen de afán o bajo presión, sin medir las consecuencias que estos tienen a mediano y largo plazo en la actividad productiva del sector agropecuario. Hablamos de la masiva compra de papa para conjurar el paro campesino de agosto y la crónica ayuda que reciben los cafeteros mientras los precios internacionales sean bajos. Ambas prácticas son nocivas y en lugar de ayudar destruyen la competitividad y la productividad de los cultivos, pero lo peor es que los más beneficiados son los grandes productores.

El tema es casi bíblico cuando se le atribuye al texto que no hay que regalar el pescado, que hay que enseñar a pescar. El Gobierno debe rediseñar las ayudas al campo, ahora que encontró que alargándole la vida al 4x1000 se obtenían los recursos que piden los campesinos. Una solución que tiene a todos conformes, excepto a los bancos, pues la bancarización sigue estancada. El tema de los subsidios es un asunto clave en la seguridad alimentaria de cualquier país, máxime ahora que la entrada de las economías emergentes en el comercio internacional ha desatado una ola de consumo. Y como siempre se ha dicho, Colombia tiene vocación agropecuaria, climas, suelos, mano de obra y mercados abiertos, pero carece de políticas de producción.

La solución no es regalarles dinero a los campesinos cada vez que protestan o comprarles toda la papa producida, pues eso distorsiona la oferta y la demanda. Tampoco es acomodar subsidios o confundirlos con precios de sustentación cada que el café local pierda el precio. Hoy reciben $165.000 por carga de 125 kilos cuando el  precio de referencia de la carga es inferior a $480.000. 

Hay que encontrar fórmulas para fortalecer actividades productivas y llevarlas a ser competitivas. Se puede mejorar el acceso a la maquinaria, rebajar el precio de los tractores y combinadas; poner líneas de créditos blandos; incubar proyectos agro; becar empresarios, pero sobre todo hacer acueductos y carreteras.

El Ministerio de Agricultura ideal debe ser un motor de ideas para fortalecer la actividad agropecuaria, no solo desde el punto de vista de los cultivos, sino desde el desarrollo socioeconómico de los productores. Hay muchas formas de ayudar al campo y sus campesinos, pero no todas tienen que ver con la decisión primaria de comprarles sus cosechas o darles dinero cuando los precios mundiales estén bajos. En el sector agropecuario colombiano está todo por hacer, pero hay que encontrar los caminos que a todos convenzan. Para ello debe haber un Ministro líder que conozca todos los actores del campo, no solo a los empresarios, sino las formas en que hoy producen los campesinos.

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