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EDITORIAL

Contaminación visual de las constructoras

lunes, 21 de abril de 2014
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No actúan las oficinas de control y vigilancia en contra de los molestos pasacalles que ensucian las ciudades.

Una de las muestras más elocuentes de la falta de gobernabilidad en la capital de Colombia es la proliferación de pasacalles que promocionan, anuncian y ofrecen apartamentos, oficinas, bodegas y hasta edificios completos, sin que nadie haga nada por limpiar la ciudad de la suciedad visual creciente que afecta la calidad de vida de los habitantes de la ya ‘destartalada’ Bogotá. Las mayores infractoras son las empresas constructoras que se toman las calles como propias con sus vallas publicitarias ante los ojos pasivos de las dependencias distritales que deben velar por el ornato metropolitano. Las quejas de los vecinos no son suficientes para que las autoridades actúen en consonancia y pongan en cintura a los infractores que reinciden ante la falta de medidas eficaces para cortar de tajo la contaminación que es culpable de muchos accidentes por distracción y que está bien reglamentada, pero sin un doliente que le ponga su ‘tatequieto’ a los violadores de la ley.

No solo es en Bogotá esta penosa situación, es una moda que se está volviendo tendencia en Cali, Medellín y Barranquilla ante los ojos cómplices de las oficinas encargadas de velar por la limpieza de las calles y mantener bajo control la molesta publicidad visual. Según datos recientes de las oficinas públicas, de cada 10 pasacalles 9 son de empresas constructoras que reinciden en esta infracción y se pasan por la faja a las autoridades competentes, pues las multas son muy pequeñas en función de sus objetivos de publicidad barata e informal. Los bomberos, quienes otrora eran los dolientes bajo directrices de las administraciones distritales o municipales, no han vuelto a limpiar los postes de energía o de semáforos de este nuevo flagelo urbano. Las asociaciones de vecinos de las zonas más afectadas se han vuelto inoperantes al encontrar oídos sordos en las administraciones. Pero no todo puede ser medidas represivas, hay también que acudir a las mismas empresas activas en esta práctica ‘gamberra’, para que dejen de hacerlo, pues el daño que le están haciendo a todas las ciudades es enorme en términos de ornato.

Las ciudades colombianas que le apuestan como eje fundamental de su desarrollo al turismo, a ser tierra promisoria de nuevas inversiones, a convertirse en sede de grandes eventos nacionales e internacionales, deben tomarse este asunto muy en serio y verdaderamente declararle la guerra a la contaminación visual, antes de que esta práctica informal creciente de hacer publicidad de bajo costo en espacios públicos, como son las calles y autopistas, se vuelva legal y terminemos convirtiendo los postes de energía y semáforos en soportes de toda clase de anuncios que atenten contra la seguridad de todos los transeúntes. Hay que actuar antes de que se tarde.

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