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Parroquiales las críticas al Presidente por agendar primero sus compromisos en Chile con Prosur que atender prioritariamente el debate del Plan de Desarrollo y las protestas en Cauca
El viaje oficial a Chile del presidente, Iván Duque, por invitación de su homólogo, Sebastián Piñera, ha tratado de usarse por la oposición local para dañar la imagen del mandatario y de paso restarle la importancia que tienen los viajes de Estado, que dicho sea de paso, son planeados con mucha anterioridad y que en este caso reviste crucial importancia porque se ha convertido en la materialización de la idea de Duque de crear Prosur, un foro de países en donde se analizarán colectivamente los problemas de la región; en un claro remplazo de la desgastada Unasur, que no solo se llenó de burocracia, sino que se convirtió en un espacio transnacional de defensa de personajes políticos que desmembraron a América Latina y consolidaron en algunos países la izquierda más fracasada representada por las ideas de Ortega, Maduro y Kirchner.
Desde hace algunos años, en Colombia se ha convertido en deporte nacional destrozar cualquier iniciativa presidencial y los viajes son caldo de cultivo para atacar a quien esté al frente de la Casa de Nariño. No podemos olvidar que Chile es uno de los pocos países que tienen un rumbo definido hacia el desarrollo a través de un pacto nacional por el crecimiento económico como política nacional, indiferentemente si quien ocupe la Casa de la Moneda sea de ideas socialistas o de libre mercado. Antes de 2035, el país austral se convertirá en uno de los pocos países del mundo que engrosen la lista de economías desarrolladas, y el único que lo hará en el presente siglo de la región latinoamericana. Además es uno de los socios comerciales, al lado de México y Perú, en la Alianza del Pacífico, un mercado que representa economías similares y con los mismos idearios que está funcionando de manera sincronizada. Nadie puede negar que la inversión chilena es una de las más sólidas en Colombia y que cada vez más nacionales optan por ir a trabajar a ese país o hacer negocio allá; no es sino mirar la evolución de las remesas que en los últimos cinco años para darse cuenta que se han duplicado, escalando muchos puestos y convirtiéndose en un mercado laboral interesante para los emigrantes locales.
Pero hay un punto determinante en la justificación de este viaje y es que hay gobierno y la misma presidenta en funciones, Nancy Patricia Gutiérrez, está en la vía Panamericana tratando de hacer acercamientos con los líderes indígenas que siguen obstaculizando el libre flujo vehicular en el suroccidente colombiano. Solucionar el ancestral rosario de peticiones de los indígenas no es tarea directa del Presidente, para eso están sus ministros y jefes de entidades, responsables directos de las políticas públicas, y eso es lo que se debe hacer en el caso de las comunidades cuando acuden a las vías de hecho, como sucede cada año en el Cauca.
El otro frente que supuestamente debía atender el Presidente en persona era la discusión del Plan Nacional de Desarrollo, que fue votado en las comisiones y seguirá su curso en las plenarias, una tarea que también está delegada en otros grupos del gobierno y que no debe involucrar directamente al primer mandatario. La construcción de un país respetuoso de la institucionalidad debe empezar por entender cuáles son los roles y funciones de los presidentes y la delegación en la solución de problemas de atención social e inversión.
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