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Contra todos los pronósticos, el covid-19 ha llegado para quedarse un buen rato y lo más afectado sigue siendo la educación virtual o con alternancia en la que la calidad es vital
La calidad de la educación virtual no es la misma que la impartida de manera presencial, quizá funcione muy bien para los adultos, pero no es adecuada para los estudiantes de primaria, secundaria y universitaria de pregrado. Los aspectos presenciales en materia de calidad, por más que se esfuercen los docentes y las nuevas tecnologías lo defiendan, siguen en deuda con el proceso. No es lo mismo una clase magistral en la que el profesor trasmite sus conocimientos directos con gestos y señales, y los estudiantes lo observan e intervienen, que la recibida a través de una pantalla.
Eso sin mencionar la calidad del internet, la imagen, los audios y por supuesto la interlocución permanente. Todo lo que sucede en el mundo de los colegios y universidades tiene un componente de presencialidad irremplazable que puede ser medio solucionado con la alternancia, pero las deficiencias siguen presentes.
La fórmula está muy lejos de llegar por estos días, no tiene nada que ver con las secretarias de educación o el mismo ministerio del ramo, la calidad de asimilación de los conocimientos impartidos virtualmente puede mejorar con el paso del tiempo cuando los actores del sistema estén acondicionados a las nuevas tecnologías y los factores de distracción se hayan desvanecido.
El gran problema es que hay que aprender con la práctica y no se puede suspender el ciclo de formación de los más jóvenes, lo que sí se debe ir haciendo son investigaciones científicas y académicas de cómo hacer más efectiva la educación virtual y para ello se deben destinar recursos económicos para sacarlo adelante, además de la conformación de grupos de investigación que estudien la efectividad de la virtualidad en los objetivos de la enseñanza tradicional. Por ahora, lo cierto es que el factor distracción es un fantasma que se apodera de las aulas. La educación colombiana está obligada a estudiar la calidad de sus resultados en medio de la pandemia para mejorar el experimento, una vez pase la crisis que amenaza con demorarse más tiempo.
Otra de las herencias que nos dejará la pandemia en el frente educativo tiene que ver con la revaluación del papel de los colegios y universidades si la criticada virtualidad tiene éxito entre los estudiantes. Quiere decir esto -como la otra cara de la moneda- que si las universidades y colegios solo avalan profesores, administran unos contenidos y otorgan diplomas, su papel en la sociedad está revaluado, pues el mundo de la red de redes los puede remplazar, y habrá nacido el “uber de los colegios y las universidades”.
Amazon, Apple, Facebook o Twitter podrán ofrecer bachillerato o alguna carrera, pues los viejos campus, gimnasios, bibliotecas e instalaciones no serán accesorios que marquen la diferencia. No se trata de impulsar la virtualidad como panacea de la educación o alternativa de la manera tradicional de impartir conocimientos y otorgar diplomas, se trata de enfocarse en la calidad y optimizar las destrezas de los nuevos jóvenes que están por educarse, cargados de destrezas tecnológicas ausentes en las viejas generaciones.
Quizá la pandemia sea el gran comienzo de la nueva educación y la revaluación de los profesores tradicionales; la pregunta debe hacerse sobre la capacidad de los viejos actores en protagonizar el futuro de los colegios y universidades.
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