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ANALISTAS

Una sugerencia: acabemos las bibliotecas personales

viernes, 3 de octubre de 2014
La República Más
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En épocas anteriores y dadas las dificultades para acceder a buenas bibliotecas, era una costumbre de buen recibo, incluso generadora de status social, el acumular los libros leídos o no, en voluminosas bibliotecas personales, para uso casi exclusivo de la familia. Los libros que se compraban o se recibían como obsequio, eran archivados en bibliotecas localizadas en salas de estudio y allí permanecían esperando el paso del tiempo e incluso la muerte de quien los había coleccionado durante toda su vida. Esta costumbre, permeó los estratos altos de nuestra sociedad y generó incluso competencia por tener bibliotecas personales bien dotadas con algunos libros de valor histórico y cultural. La contrapartida de esta  tradición tan valorada, era la esclavitud de cuidar cada vez más, volúmenes y publicaciones, para que el tiempo, el polvo, los gérmenes y el desuso no los deterioraran pero aún así nos tocaba verlos envejecer y deteriorarse.  En ocasiones al morir el dueño, eran donadas a instituciones o heredadas por su familia, quien la seguía conservando, aunque su interés por la literatura fuera escaso.

Hoy, la situación ha cambiado. Tenemos excelentes medios para obtener información de calidad y oportuna, a la vez que las publicaciones en todo orden son cada vez mayores en número y el ciudadano ilustrado tiene que elegir constantemente qué lee y qué desecha, no solo por falta de calidad sino por falta de tiempo. Existen bases de datos de libros full text a las que podemos acceder cuando queramos leer o volver a leer un texto determinado. Esta facilidad de acceso y el volumen de libros que se producen en el mundo es monumental.  Lo anterior implica, que solo en casos muy especiales, se vuelve a leer un libro, reservándose esta condición solo para libros de texto o que apoyan el quehacer profesional o social del propietario o que por su importancia o afinidad leemos varias veces porque a medida que avanzamos en el recorrido existencial encontramos en sus páginas más enseñanzas y orientaciones para la vida como por ej. El Principito, El Quijote y otros.   Se suma a esta situación, el alto costo, en nuestro medio, de los libros y publicaciones de calidad.

Todo lo anterior, me lleva a plantear una reflexión en forma de pregunta: ¿ Se justifica seguir guardando libros en los espacios cada vez más reducidos de las casas, apartamentos y oficinas para uso de pocas personas y para acumular polvo y deteriorarse sin servirle a nadie más?  Yo creo que no. Hoy deberíamos, después de leer un libro y extraer lo que nos interesa, dejarlo seguir su camino a las manos de más lectores a través de bibliotecas públicas o de centros educativos. Dejemos solo en nuestras bibliotecas personales aquellos textos de consulta frecuente o libros que tengan algún valor sentimental, el resto compartámoslo con los demás y así los libros cumplirán una función social y no estarán destinados a envejecer y deteriorarse en las viejas bibliotecas personales. Quienes tienen o heredaron estas importantes bibliotecas del pasado, los invito a desprenderse de ellas y entregarlas a instituciones que van a multiplicar su utilización. Ya es hora de que abandonemos esta costumbre individualista que ya no tiene sentido en el mundo contemporáneo.  Qué bueno que las bellas bibliotecas públicas de nuestras ciudades y las bibliotecas universitarias se enriquezcan con esta multitud de libros que sufren inútilmente el paso del tiempo prestando escaso o nulo servicio. 

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