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El Presidente Santos ha tenido la confianza de encomendarme la dirección del grupo negociador del Gobierno con el ELN, cuya fase de diálogos públicos se inician en Quito este 27 de octubre, luego de casi dos años de contactos confidenciales.
He aceptado este difícil desafío con entusiasmo, con la mejor buena voluntad, y con la esperanza de poder prestar un concurso a ese gran propósito nacional que es la búsqueda negociada de la paz. De la que tanto depende el futuro de Colombia.
El inicio de los diálogos públicos que se inician con el ELN, aunque difíciles y complejísimos -a mil títulos como a nadie escapa-, está encaminado a redondear el proceso de reconciliación nacional en lo que se ha denominado la “paz completa”.
Como es entendible, una columna de opinión como la que generosamente se me ha brindado en este medio de comunicación, resulta a la postre incompatible con las responsabilidades que asumo a partir de esta semana.
Una columna de opinión respetuosa con la verdad y con los lectores, como la que he procurado mantener en los últimos tiempos, requiere la capacidad para estar comentando semanalmente- con plena independencia- los más variados aconteceres de de la vida nacional.
Esa tarea de opinar entra o puede entrar eventualmente en conflicto, con las exigentes responsabilidades y con la discreción que corresponde mantener en todo momento al jefe de un equipo negociador con la subversión. Sus comentarios desde una tribuna de opinión podrían ser mal interpretadas o afectar negativamente el delicado proceso que se inicia esta semana con el ELN.
Por tal razón debo declararme en receso. No sin agradecer a los directores de este medio, y por supuesto, a ustedes amables lectores (estuvieran o no de acuerdo con lo que desde esta columna se ha venido escribiendo), por su paciencia y benevolencia.
Estamos viviendo en Colombia momentos cruciales y difíciles que, si los manejamos bien y con grandeza, deben abrirnos caminos para encontrar un horizonte de tranquilidad y de concordia nacional. Y alejar así definitivamente el espectro de la guerra interminable en nuestro país.
De una parte, a partir de los resultados del plebiscito del pasado 2 de octubre estamos ante la imperiosa responsabilidad de encontrar fórmulas que, respetando los resultados del plebiscito y al mismo tiempo las estructuras jurídicas y constitucionales del país, nos permitan arribar ojalá con prontitud a un acuerdo revisado de paz con las Farc.
Pero de otro lado, la paz quedaría incompleta si no se encuentran también fórmulas y acuerdos que permitan incorporar a ese gigantesco propósito de paz al ELN, segunda fuerza subversiva del país en importancia.
A este propósito debo vincularme con todo empeño y dedicación a partir de esta semana.
Muchas gracias a todos ustedes.