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ANALISTAS

Las protestas no se sabe dónde terminan

miércoles, 28 de agosto de 2013
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El gobierno del Dr. Juan Manuel Santos reduce en forma drástica para el año 2104 el ya tradicional muy bajo presupuesto del Ministerio de Agricultura. Esto lo hace en medio de las mayores protestas campesinas en toda la historia del país que reclaman apoyo del estado para neutralizar las pérdidas que sufren en sus cultivos como consecuencia de un peso colombiano revaluado que no les permite competir y con el telón de fondo de unas negociaciones  de paz cuyo punto de partida es la definición de una política agraria.
 
 Este hecho es diametralmente opuesto a la necesidad de crear las condiciones indispensables para cimentar una paz duradera y a la responsabilidad estatal de generar bienestar social y económico para la totalidad de los colombianos, especialmente para su sector rural que requiere atención no solo por virtud y justicia sino también en el interés de dinamizar el resto de la economía produciendo los bienes y servicios que demandan los campesinos.
 
¿Dónde está la coherencia del gobierno del Presidente Santos entre lo que dice y lo que ejecuta? ¿Para qué se quiere reelegir? 
 
¿Dónde están las políticas macro del Estado y las intenciones, conceptos y fundamentaciones de los ministros de hacienda, agricultura, y del director de Planeación Nacional en la elaboración del presupuesto 2014?
 
Existe un viejo dicho que dice “si no sucede en Bogotá  no sucedió  en el país”. Con ello sea ha querido resaltar el centralismo estatal y el histórico descuido por las regiones, especialmente el de la grandes áreas rurales del país. 
 
Se pueden conocer por qué y dónde se inician las protestas, pero nunca se puede predecir dónde terminan.
 
Existe un famoso libro titulado Por qué fracasan los países, de los autores James Robinson y D.Acemoglu. Este ha sido ampliamente difundido, leído y comentado, pero igual a las columnas de opinión el libro no ha pasado de ser “famoso” y tampoco ha logrado, al menos en Colombia, que se reflexione sobre su mensaje. El mensaje es simple: los países que progresan tienen políticas e instituciones incluyentes - diseñan  sus políticas para beneficio de la población-. Por su parte los países que fracasan tienen políticas e instituciones excluyentes que buscan los beneficios individuales a través del poder. 
 
Entonces me pregunto, al mismo tiempo que pregunto a mis lectores y a los negociadores de la paz: ¿Son incluyentes las políticas del estado y de las instituciones colombianas? ¿Se ocupa el estado de que estas sean incluyentes? ¿Existe decisión y acción entre los dichos y los hechos?
 
El Estado y las instituciones colombianas gastan más dineros del presupuesto nacional en publicidad auto adulándose que el dinero destinado a sus políticas de inversión en beneficio de la población. El Expresidente Carlos Lleras Restrepo manifestó en una ocasión: “no se le puede pedir al Ejército que acalle con sus fusiles los clamores que despierta el hambre”. Cincuenta años después de esta frase el país sigue sin solucionar la miseria de los campesinos.
 
Algunos, sino muchos, dirigentes colombianos, incluyendo algunos del sector privado, se vanaglorian más de su poder que de sus realizaciones. Asumen sus posiciones más por lo honoríficas que por las responsabilidades que estas conllevan. Con razón manifestó Winston Churchill: “La falla de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes”. Válido hace setenta años, válido ahora.
 

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