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ANALISTAS

La responsabilidad social de la educación

miércoles, 28 de mayo de 2014
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La educación, como proceso, actividad, función y labor estructurada por y desde la cultura, puede entenderse desde cuatro referentes, básicos pero altamente complejos.

1. Bien social. No se limita a los espacios institucionales, ni es propiedad de intelectuales. La educación, como proceso cotidiano de intercambio de saberes, prácticas y sentidos, ha sido un bien material e inmaterial de los seres humanos, y ha acompañado la construcción de la humanidad. Nos pertenece y le pertenece a nuestra cotidianidad, y se construye y reconstruye cada segundo, encontrando nuevos y viejos sentidos en el intercambio de los seres humanos en cada lugar y en cada momento histórico. Se acumula y se transmite desde los lenguajes y las lenguas, se asienta en el ADN de los individuos y se colectiviza en cada construcción y en cada realidad intersubjetiva.

2. Eje formativo de saberes y sentidos. Como bien social compartido ha favorecido la consolidación de saberes que han permitido la permanencia y la expansión de la especie humana. El proceso educativo, como función y como labor, ha de generar sentidos para la puesta en escena de los saberes. Es allí donde se juega la esencia de la educación y en donde el ser humano construye alternativas diferenciadoras con otras especies, y se enlaza con su propia sostenibilidad y permanencia. 

3. Eje de la transformación individual y colectiva. Insertarse en la cultura es, fundamentalmente, tomar la vía del proceso educativo. Más allá de ir a la escuela, implica el proceso de aprehender los modos culturales y sociales de relación, adquirir las normas colectivas para el intercambio y disminuir la incertidumbre en medio del caos que genera la vinculación entre los individuos. Es el sujeto quien ha de construir sus propias lógicas comprensivas para construir su realidad, pero es en el intercambio con otros en donde encuentra su propio sentido y por ende, se establece y se dinamiza el sentido de lo colectivo. Es en la actividad educativa en donde se generan efectivamente las bases y los fundamentos para que las transformaciones del individuo y de la colectividad, sean una realidad.

4. Posibilidad de desarrollo. Pensar la educación como alternativa de desarrollo, es no sólo necesario, sino ineludible. Insertarse en la lógica educativa desde el nacimiento, construir la realidad mediante la interacción con los discursos sociales, culturales e institucionales, aprehender los métodos, dominar las herramientas y construir los sentidos, permite a los individuos y a los grupos humanos, desarrollarse y encontrar sus propios lugares de enunciación, sus titularidades y sus rutas. Educarse en la vía del desarrollo no es ir hacia los escalones superiores o en una línea ascendente bajo una lógica de mercado; es encontrar lo propio en medio de lo diverso, disfrutarlo, articularlo a la realidad individual y a la de otros, y vivirlo como eje transformador.

Acercarse a la responsabilidad social de la educación implica entenderla bajo la óptica del bien social, comprenderla como eje formativo de saberes y sentidos, como eje de la transformación social y colectiva, y como posibilidad de desarrollo. Ello, aunque pasa por lo institucional e involucra a la educación como establecimiento y como estructura, se asienta en la realidad de los individuos y de los grupos humanos. Aunque las instituciones educativas han de cumplir, además de las funciones formativas, instructivas y socializadoras, con la función de ser “socialmente responsable”, el individuo ha de estar implicado con dicha tarea y con dicha función. Hacer de su propia realidad algo con sentido, insertarse en la vía del propio desarrollo y potenciar las transformaciones propias y de otros, se convierten en elementos que evidencian que la educación como proceso, función y actividad socialmente responsable, ha sido exitosa y ha tenido impacto en las realidades de las personas. No son los títulos, ni los proyectos, ni los programas, ni los recursos económicos de las instituciones ni de las personas, los que generan, producen o evidencian la responsabilidad social. Es la postura frente al mundo propio y a la realidad con otros, la que da cuenta de ello y la que construye alternativas sostenibles y valederas.

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