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ANALISTAS

Huérfanos tributarios

lunes, 27 de junio de 2016
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Uno de los vacíos en la propuesta de la Comisión de Expertos para la reforma tributaria es lo que podríamos llamar hogares-empresa. Los hogares-empresa son una masa heterogénea que no casa limpiamente en las clasificaciones jurídicas ni económicas. A veces personas jurídicas, a veces no; pueden tener empleados o ser solo una persona cuenta-propia; ser formales, informales o medio formales. Aunque pueden llevar contabilidad, frecuentemente mezclan los activos y el consumo de la empresa con los del hogar: sacan de la caja registradora para pagar el mercado. Tal vez la única característica que comparten es que suelen ser empresas pequeñas, pero no todas las empresas pequeñas son hogares-empresa.

La dificultad de encasillarlos en las taxonomías jurídicas y económicas suele hacer que sean huérfanos tributarios, sin nadie que abogue explícitamente por sus necesidades en las reformas. Nadie sabe muy bien cómo les va a afectar cada impuesto, qué les conviene, ni cómo se les debería cobrar, o qué tan capaces de cobrarles somos. Los datos de que disponemos no permiten identificarlos con precisión. Ellos no pueden contratar abogados ni contadores de alto vuelo, y su naturaleza variopinta hace difícil que se agremien. Tal vez por ese motivo no están en el mundo que dibuja la Comisión de Expertos, cuya propuesta parte de que las empresas tienen una contabilidad madura (se discute NIIF extensamente), y de que la tajante separación entre personas naturales y jurídicas corresponde a la realidad económica de los individuos y las empresas. 

Los hogares-empresa son muchos, en todos los sectores excepto tal vez el financiero. La mayor parte de los emprendimientos comienzan así y muchos se quedan en ese estadio. Alrededor de 40% de las nuevas personas jurídicas desaparecen tras los primeros dos años del radar de la Dian, la mayoría sin lograr llevar nunca una contabilidad madura. Súmele a esas una fracción probablemente importante de los individuos cuenta-propia, y seguramente un buen número de empresas y establecimientos informales que no vemos. 

Para estos huérfanos tributarios el principal miedo no es tanto la carga tributaria como la angustia ante el trámite tributario. Cuando no cumplen, ¿es porque no quieren, porque no saben cómo, o porque quieren y saben pero no pueden (recuerdan el Cree al comienzo)? Tradicionalmente, cuando el reformador piensa en ellos, más que una recomendación de política tributaria suele hacer una de administración: simplifique el trámite. Pero no es suficiente: el trámite va de la mano de los tributos; no hay trámite sencillo si los tributos son muchos y aparatosos. Y la perspectiva que importa en este caso es la del terreno, la de los sujetos del impuesto y la de la Dian. 

Buena parte de del emprendimiento (y del empleo) colombiano está en los hogares-empresa. Y muchas empresas grandes comienzan por ahí y cargan luego con una historia de pecadillos. Si queremos que en el futuro sean empresas formales, productivas, innovadoras y que paguen impuestos, el Estatuto Tributario tiene que favorecer que la Dian las acompañe desde sus inicios en el cumplimiento de sus obligaciones. La Comisión pecó al pretender sustraerse de los detalles prácticos de la administración tributaria: para buena parte de Colombia administración y política tributaria son lo mismo. La reforma que el Gobierno proponga debe subsanar esa omisión. 
 

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