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ANALISTAS

Estupidez programática

lunes, 3 de marzo de 2014
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El elector colombiano se ha caracterizado por tener mala memoria e indultar con una facilidad casi cómplice tanto la inconsistencia como las malas decisiones de nuestra clase dirigente. Tan es así, que hoy nos resulta normal que las campañas políticas estén llenas de imprecisiones deliberadas, promesas imposibles de cumplir y una que otra atrocidad programática. La reciente campaña al congreso no ha sido la excepción. Sin perjuicio del buen debate que han dado algunos jóvenes aspirantes a la Cámara, la contienda electoral ha estado ambientada por un llamativo volumen de malas y muy peligrosas propuestas en términos económicos. Algunas, por supuesto, se saben inverosímiles desde el comienzo, pero se usan para cosechar simpatías en los fértiles corazones de un elector promedio desinformado. Otras, más inquietantes, parecen ir en serio, y pasan peligrosamente desapercibidas por los espacios de opinión. Esta columna reflexiona sobre dos de esas propuestas. La primera de ellas es la intención de echar por tierra la regla fiscal, uno de los más importantes logros en estabilidad macroeconómica de los que hoy goza nuestro país. La segunda propuesta es la de revertir parcialmente la reforma al sistema de regalías, desdibujando uno de los grandes logros del Gobierno del Presidente Santos.

Pocas ideas son tan malas como la de eliminar la regla fiscal. Basta con imaginarse como serían hoy en día las presiones presupuestales del ciclo político en ausencia de una ley que impida que las finanzas públicas se descarrillen. Gracias a la regla fiscal, nuestro país se percibe como una economía mucho menos vulnerable, lo que junto con otros logros como el correcto anclaje de la inflación y de sus expectativas, nos permite afrontar con éxito los vaivenes de los mercados financieros internacionales sin comprometer la senda de recuperación de nuestra economía. El argumento que usan los promotores del desmonte de la regla fiscal es que dicha camisa de fuerza le quita espacio al gasto público para crecer y afrontar los retos del posconflicto. La postura desconoce, entre otras cosas, que una eventual expansión del tamaño del estado es posible bajo regla fiscal, solo que debe estar sanamente balanceada con mayores recursos tributarios. La regla fiscal de Colombia es buena y necesaria, disciplina el gasto público, elimina desequilibrios macroeconómicos, nos aleja cada vez más del lamentable destino de nuestros vecinos, es gradualista y contempla mecanismos de salida y excepciones ante recesiones técnicas y catástrofes.

   La segunda idea es la de redefinir la Ley de Regalías, aumentando la compensación a las zonas productoras mineras y reduciendo los recursos que se distribuyen en el resto del país. La anterior modificación, que desde ya es abrazada por miembros del gabinete ministerial, iría en contra del espíritu mismo de la ley, cuyo propósito es el de distribuir dichos recursos - que son de todos los colombianos - utilizando un criterio de pobreza y no de localización. La Ley de Regalías que aprobó este Gobierno es buena, es gradual, promueve el cierre de brechas regionales, contempla la figura de la compensación para los productores, destina recursos para ciencia y tecnología y trata de conjugar el ejercicio de descentralización con el apoyo del gobierno central. Evidentemente, hay elementos de su implementación que se pueden ajustar, con miras a facilitar la ejecución de los recursos sin perder el control fiscal sobre los mismos. Pero el aumento de los ya establecidos montos de compensación a las regiones productoras a costa de las más pobres es un prematuro retroceso en el proceso de convergencia regional.  

En mi opinión, la Colombia que queremos no solo requiere de nuestra capacidad para mirar hacia adelante, sino de nuestra gallardía para defender enérgicamente lo que hemos conseguido. Llama mucho la atención que las propuestas arriba mencionadas no solo provienen de la oposición tradicional, esa que es enemiga de las conquistas del gobierno porque sí. Ambas ideas son intensamente promovidas incluso por algunas cabezas de lista de los partidos de la coalición de gobierno, que paradójicamente esperan revertir los logros de la administración que proponen reelegir. La contradicción deja inmensas preguntas sobre lo que será la unidad nacional en el próximo gobierno.

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