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El panorama de Ricitos de Oro

miércoles, 22 de julio de 2015
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Hablando con algunos empresarios, uno creería que quieren que las cosas salgan mal solamente para ver reivindicadas sus profecías de hecatombe económica y social.

“Volvimos a la época de Pastrana”, “el país se lo tomó la guerrilla”, “tal o pascual empresa se fue del país porque aquí no se puede trabajar”, “mas impuestos para que se los roben” y una favorita: “vamos camino a Venezuela”, son las frases de moda en los cocteles sociales capitalinos. 

El pesimismo que se destila en estos círculos se reproduce y se refuerza con cada anécdota contada entre chismes de faldas y tips bursátiles chimbos. Pareciera que la idea es lograr un paroxismo desesperado, un pánico colectivo digno del post apocalipsis que haga que todos salgamos corriendo a montarnos en una balsa para irnos a Miami. 

A los que crean que exagero, les recuerdo simplemente la piromanía desplegada en las redes sociales con motivo de los petardos del ELN de hace unos días. Si Pablo Escobar hubiera retornado de ultratumba a pedir la revancha no habría habido tanta bulla. 

Sin embargo, estos mismos personajes, tan asiduos en reportar el último traspiés del proceso de paz o el más reciente acto de barbarie de la guerrilla, para no mencionar cualquier dato económico medianamente regular, deberían tener en cuenta que las profecías de catástrofe tienen una desagradable tendencia a auto cumplirse.  

Lo dijo hace a muchas décadas Lord Keynes: “Nada importa sino los estados de la mente, principalmente la propia”. 

Objetivamente hablando, tanto el país como la economía, están aguantando mucho mejor de lo que las Casandras pronostican. El presupuesto del gobierno para 2016, el año donde según los críticos supuestamente se desfondará la canasta, será de 167 billones frente a 163 de este año, un aumento inferior al 4,4% de inflación.

Esto significa en términos comparativos disminuir en un punto porcentual el gasto del gobierno sobre el PIB, lo cual no es poca cosa. Los ingresos fiscales por concepto del petróleo se reducirán de $23 billones en 2014 a tan solo $3 billones el año entrante. El hueco de $20 billones será compensado con $10 billones adicionales de recaudos tributarios (ya saben los empresarios cuanto les costó la reforma tributaria) y con $5 billones de menor gasto en inversión. 

Faltan $10 billones que tendrán que salir de un mayor endeudamiento del Gobierno, que para eso tiene espacio fiscal suficiente.

O sea que hecatombe fiscal no tiene por qué haber y esto debería aplacar la fiebre devaluacionista, que a decir verdad está siendo generada más por elementos exógenos, como el factor Yellen, Grecia y el desprestigio de los emergentes, que por factores internos. 

De hecho, el pronóstico de crecimiento de la economía nacional estará entre el 2,8% y el 3,2% según la mayoría de analistas, lo cual es resplandeciente no solamente en el oscuro entorno regional sino también a nivel global, donde el campeón mundial del crecimiento económico, la China, no llegará al 7%. 

En cuanto al tema político, que está completamente sesgado por los diálogos de paz, hasta los más cínicos deben aceptar que las noticias recientes son buenas. El anuncio del cese al fuego unilateral por un plazo que efectivamente se convertirá en cuatro meses es muy positivo y rompe con el ciclo de escalamiento del conflicto desatado por el rompimiento de la tregua anterior.

Las alarmas sobre el eventual cese bilateral definitivo deberían parar si se acepta que la medida, sin concentración de las Farc y verificación internacional, sencillamente no es viable, algo que el presidente ha repetido hasta la saciedad.

Y el tema de justicia y reparación, el sapo más maluco de la negociación, se soluciona con el establecimiento de la comisión de la verdad. En realidad es mejor tener a las Farc confesando todos sus pecados, que no son pocos, a que pasen cinco años de cárcel-finca en Envigado, como los paras.

Este es el panorama, como de Ricitos de Oro, ni tan caliente que quema, ni tan frío que congela. 
 

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