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ANALISTAS

Del candidato al presidente Santos

martes, 6 de agosto de 2013
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Harto difícil encontrar una hoja de vida tan excepcional como la del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón. Es Economista y Administrador de Empresas de la Universidad de Kansas,  tiene una maestría en Economía y Desarrollo Económico de London School of Economics y otra en Administración Pública de Harvard. Durante nueve años representó en Londres a Colombia ante la Organización Internacional del Café. 
 
Su participación en la política colombiana la inició como periodista subdirector del diario, por entonces de propiedad de su familia, El Tiempo. De allí pasó a ser ministro de Comercio Exterior durante el mandato de César Gaviria y ministro de Hacienda al final del gobierno de Andrés Pastrana. Fue ministro de Defensa en el mandato de Álvaro Uribe y de la mano de este pasó a ser nuestro presidente desde agosto de 2010. En 2009 le publicó la editorial Planeta un libro titulado: Jaque al Terror: los años horribles de las Farc.  Entre sus antepasados figuran próceres de la independencia como María Antonia Santos Plata y presidentes como Eduardo Santos Montejo y algunos otros más. 
 
Quienes votamos por él para la presidencia no podíamos ambicionar nada diferente de que su mandato resultara ser un éxito sin precedentes para el bien del país. Pero las negociaciones de paz con las Farc no parecen augurar tal éxito.  Lamento reconocer que, a pesar de tantos títulos, tanta alcurnia y tan enriquecedoras oportunidades y experiencias, cada vez decepcionan más sus contradicciones, sus inconsecuencias, su gobierno de casino y su papel de “rehén de las Farc” en La Habana.   
 
El presidente Santos publicó numerosos artículos y libros, dictó conferencias, participó en debates para la presidencia con ideas atractivas y progresistas. Pero su paz a cambio de nada con las Farc, bien podría prolongar y acentuar los horribles años de su libro al tolerarles un azaroso partido castro-chavista con armas, control territorial, impunidad total, ministerios, curules gratis y financiado por el narcotráfico. Por ahí se rumora que cuando el vicepresidente de los Estados Unidos, señor Joe Biden, visitó a Santos en Bogotá, le manifestó que su país no quería ver otra Venezuela en Colombia, que ojalá firmara una paz real, efectiva, con las guerrillas antes de noviembre próximo. 
 
Transcurridos tres años de su mandato no seducen su cambio de rumbo en materia de seguridad, su tardanza para atender los paros y demás conflictos, las expectativas fracasadas o en vilo en sus reformas a la educación, la Justicia, la salud, las pensiones de jubilación, el galimatías de su reforma tributaria, el limitadísimo fuero militar y el caos de Colpensiones.  Por todo esto, cerca del 63% de los colombianos no parece estar dispuesto a su reelección, ni dispuesto a firmarle un cheque en blanco para su paz de La Habana.  
 
Coincido con el expresidente Álvaro Uribe, las conversaciones de paz de La Habana NO deben finalizarse; pero sí deben suspenderse temporalmente para condicionar su reanudación al cumplimiento por parte de las Farc y del ELN de acuerdos que les garanticen a los colombianos: la entrega de las armas, la suspensión de sus crímenes de lesa humanidad, la aceptación de penas y sanciones para los máximos cabecillas y el abandono del narcotráfico.  En cuanto a la participación de las Farc en la política, sí podría aceptarse tras el cumplimiento de las condiciones anteriores y en franca lid con otros partidos, nada gratis. 
 
 

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