Durante y después del paro agrario, de transporte y minero, el mayor que haya sufrido el país en toda su historia, los medios de comunicación y algunos analistas quienes poco conocen de las actividades económicas, especialmente de la agraria, se convierten en portadores absolutos de la verdad, denigrando de los subsidios, la falta de transferencia tecnológica e infraestructura o de los aranceles y altos costos de los insumos, finalmente de los Tratados de Libre Comercio -TLC- como los únicos causantes de la debacle y atraso agrícola del país. Algunos de estos factores son ciertos en algún grado, pero no son los factores fundamentales.
La razón fundamental de la debacle agrícola es: la tasa de cambio, con un peso revaluado, que unida a la fuerte caída de los precios internacionales destruye la rentabilidad de cultivos tan extensos en Colombia como el café, el banano, las flores, la papa, el arroz, el cacao e innumerables número de otros productos.
La mayoría de los analistas, incluyendo editoriales de los medios de comunicación escriben lanza en ristre contra los subsidios, única solución que han encontrado los países desarrollados, ahora también los en vía de desarrollo, para proteger su actividad agrícola. Subsidios que provistos por el fisco nacional no son otra cosa que la justa redistribución de la riqueza, que es la razón misma de los impuestos. Otra cosa se pensaría si tuvieran que mercar en estanterías vacías como en Venezuela.
No entienden que estos subsidios se devuelven en forma de mayor demanda de bienes y servicios de los agricultores a las empresas de los centros urbanos que al tener mayores ventas y utilidades pagarán mayores impuestos, creando el círculo virtuoso del crecimiento económico y la distribución de riqueza. Entre otras cosas la industria colombiana tampoco va bien.
En la crisis de 1929, Franklin Delano Roosevelt, salvó la economía de los Estados Unidos y la del mundo al mismo tiempo, invirtiendo a manos llenas en subsidios tanto a la agricultura como a la industria de la construcción. Durante la crisis se inició la construcción de la autopista 95 -que aún es pieza fundamental de la infraestructura vial de este país, la represa hidroeléctrica Hoover, el Golden Gate en San Francisco e innumerable proyectos de construcción de edificios entre los que figura el Empire State Building. En otras palabras creó las sinergias para una recuperación económica. Pocos años más tarde se inició la segunda guerra mundial. Sin una economía sana en los países aliados Hitler hubiese dominado, o más bien destruido, el mundo.
¿Podremos hacer la paz en Colombia sin una economía sana y sin del bienestar en el campo?
Muchos denigran de los subsidios al campo, especialmente a los cafeteros que son uno de cada tres empleos rurales y genera otro sin número de empleos en la generación de bienes y servicios que estos demandan. Bien vale la pena recordarles que con las divisas que generó la actividad se construyó la economía del país, como también que a los cafeteros durante muchas décadas se les retuvo el 40% del valor de la cosecha o bien para las arcas fiscales o bien para ser despilfarrado bajo la administración delegada por el Estado. Otros denigran que los subsidios que reciben los cafeteros de más de 100 hectáreas -que se cuentan como uno de cada 10.000 productores-. Les pregunto: ¿Qué rechacen los subsidios que solo cubren parcialmente las pérdidas y despidan a millares de empleos fijos, de contratistas y a centenares de miles de recolectores?
Bienvenido el debate y la controversia, pero con fundamentación razonada, no con emotividad irracional.