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Por el momento sus planes son seguir expandiéndose en esa ciudad: están buscando dos locales que les permitan instalar su decoración de villa italiana y que les ayuden a llamar a más comensales. Aunque según Nicolás Quijano, administrador y gestor de los planes de la empresa en Bogotá, no están cerrados a ninguna posibilidad, andan explorando ubicaciones en zonas gastronómicas crecientes como la de la Calle 116 y consolidadas como la G.
El gran salto del negocio de La Diva lo dieron después de darse cuenta de que estaban listos para entrar al mercado gastronómico más maduro de Colombia, Bogotá, y también como preparación para planes más ambiciosos: llegar a Miami, Estados Unidos.
“También estamos examinando la posibilidad de entrar a Cali, pero vemos que ese todavía no es un mercado tan desarrollado como Bogotá. Acá, por razones como el mayor tamaño del local, debemos tener ventas 20% mayores a las del restaurante en Barranquilla”, relató Quijano.
Del ojo al paladar
Si hay algo que cautiva más en La Diva que sus entradas y pizzas, es la decoración. A pesar de que su fachada no es muy amplia, desde que se entra por el pasillo el visitante se siente en medio de una plaza de mercado italiana: pisos de colores con baldosas hechas por sus mismos proveedores artesanos de Cartagena y Barranquilla, canastas de frutas y vegetales que son usados en la preparación de los platos, una pared que muestra un balcón y el techo que recrea el de la Capilla Sixtina de Roma. Cuando se para en el segundo piso, parece que se estuviera mirando desde la ventana de una casa hacia esa plaza de mercado.
“Cada detalle ha sido pensado detenidamente para brindar una mejor experiencia. Incluso en los baños hicimos que se pintaran imágenes para que las personas se sientan más a gusto”, agregó Quijano.
La experiencia empieza a completarse una vez sentado en la mesa. El administrador del lugar, que se declara más amante que experto en gastronomía, recomienda empezar con entradas como el carpaccio di aragosta (langosta, toronja, oregano, limón, tomate San Marzano, sal y aceite), el polpo al forno (pulpo, pomodoro, limón, rúgula, peperoncino, perejil y balsámico) o la burrata (cebolla caramelizada, balsámico, guanciale, piñones y tomates).
Por el lado de las pizzas napolitanas, que son las que hacen famoso a este lugar, las recomendadas de la casa son la de polpo e guanciale (pulpo al horno, tomate, guanciale, mantequilla de ajo, perejil y orégano fresco), la de datiles (datiles, mozzarella di bufala, gorgonzola, parmigiano y peperoncino) y la burrata e pepe (pecorino romano, burrata, pimienta y panceta). Todas ellas, bañadas por alguno de los aceites de la variedad que tienen en cada mesa.
El restaurante maneja precios entre $23.000 y $32.000 en las pizzas de ocho porciones.
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