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Evolución de la modalidad virtual en educación superior en Colombia
La demanda de programas virtuales en educación superior ha aumentado pasando de 27.000 matriculados en 2012 a 446.000 en 2022, según Sines
La educación superior en Colombia está atravesando una transformación silenciosa, pero contundente. En los últimos años, la modalidad virtual ha ganado terreno de manera constante, reflejando un cambio en las preferencias de quienes optan por seguir formándose después del pregrado. De hecho, la matrícula en programas virtuales pasó de 10% del total en 2018 a alcanzar 22% en 2023, según datos de la Asociación Colombiana de Universidades.
Esta tendencia también se evidencia en el crecimiento sostenido de estudiantes en modalidad virtual: en una década, se pasó de menos de 27.000 matriculados a más de 446.000 en 2022, de acuerdo con el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior, Sines.
Solo 16 personas por cada millón de habitantes podía acceder a realizar posgrados en Colombia, según un informe de Fedesarrollo de 2022. La expansión de la educación en línea podría ser clave para cerrar brechas de acceso y democratizar la formación avanzada. La flexibilidad y menor costo de los programas virtuales resultan especialmente atractivos en un contexto donde compatibilizar estudios con empleo es una necesidad para muchos profesionales.
El CEO de Comcore y docente universitario, William Herrera, advierte que, si bien la virtualidad facilita el acceso, garantizar la calidad implica cuidar aspectos como la infraestructura, la estructuración de los programas y la capacitación de docentes. Explicó que se requieren plataformas de fácil conexión, bien diseñadas y contenidos autogestionables. Pero que es esencial que los docentes estén preparados para enseñar en entornos digitales, porque no es lo mismo enseñar presencial que virtual.
Al comienzo, se presentaban diferencias significativas entre ambas modalidades al no tener la cultura de la virtualidad. Según Herrera, al ser un componente de autonomía alto, se requiere más disciplina que en otras modalidades.
“Se han venido consolidando nuevas plataformas, nuevos recursos de aprendizaje, nuevos recursos pedagógicos que involucran más al estudiante en ese proceso de aprendizaje para el cumplimiento de los objetivos”, agregó el docente.
Las cifras apuntan a que los posgrados, en general, tienen un impacto positivo en el mercado laboral colombiano. En 2022, 92 % de los empleadores declaró estar dispuesto a contratar egresados de posgrados, lo que muestra una valoración creciente de este tipo de formación. Además, los profesionales con posgrado suelen duplicar el salario de quienes no han accedido a este nivel educativo.
Actualmente, con más de 2,3 millones de colombianos cursando estudios superiores, 16% opta por la educación virtual, un porcentaje que ha crecido cuatro puntos desde 2022. Dentro de los más de 15.000 programas ofrecidos en el país, al menos 1.186 se imparten en línea, ampliando la oferta y permitiendo que más personas accedan a la especialización sin importar su ubicación geográfica.
La docente universitaria Carolina Chaparro considera que “no debe ni siquiera existir la distinción entre un programa virtual y uno presencial si se está hablando de calidad”, y añadió que esto solo se logra “con sílabos bien estructurados y profesores capacitados para conectar con estudiantes”.
Aunque algunos sectores aún mantienen cierta desconfianza hacia la virtualidad, Herrera advierte sobre una percepción errada en el ámbito laboral. “Hay cierta estigmatización. En procesos de selección, algunas empresas tienden a restarle relevancia a un posgrado virtual, como si fuera ‘un cursito’”, dijo.
Si el crecimiento de la educación virtual continúa acompañado de estándares académicos exigentes, herramientas tecnológicas efectivas y reconocimiento en el mercado laboral, los posgrados virtuales podrían consolidarse como una opción tan válida, y en algunos casos, más eficiente, que sus equivalentes presenciales.
Lejos de plantear una competencia entre la virtualidad y la presencialidad, el futuro parece dirigirse a una coexistencia estratégica de ambas. Los programas híbridos, que combinan clases virtuales con encuentros presenciales, están ganando terreno como opción intermedia que reúne lo mejor de ambos mundos: flexibilidad para tomar clases y la conexión humana.
Así, la discusión sobre la eficacia de los posgrados virtuales no debería centrarse únicamente en la modalidad, sino en cómo esta se implementa, con qué recursos y bajo qué condiciones.
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