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Este descenso del 40% del barril en 2014 se suele achacar únicamente a la guerra entre el petróleo producido en Arabia Saudita y el 'fracking' de EE.UU. Pero esta batalla no se reduce a estos dos países, la estrategia de Arabia también tiene como objetivo dañar la economía de sus mayores rivales en el continente asiático.
Irán e Irak están en el punto de mira de Arabia Saudita. La rivalidad entre estos países reside en sus diferencias religiosas y sus posiciones encontradas en los conflictos internacionales. Arabia Saudita, de población mayoritariamente sunita, está apoyando a los rebeldes (sunitas también) en el conflicto de Siria.
Por otro lado, Irán e Irak, de Gobiernos y población mayoritariamente chiita, apoyan al Gobierno de Bashar Assad (chiita) en esta guerra civil.
Por si esto fuera poco, hay un implicado más en este conflicto y que posiblemente es de los más afectados por la caída del precio del crudo. Rusia, uno de los mayores productores del mundo, siempre se ha mostrado como un fiel aliado del presidente sirio Bashar Assad. La economía rusa pasa por un momento crítico, sobre todo desde que se intensificó la guerra de precios en el crudo.
Estas posiciones encontradas podrían dar explicación o parte de ella a la decisión de Arabia Saudita de no recortar la producción de crudo en la última reunión de la Opep. Este es el castigo impuesto por el productor más importante del cártel a los países que se han puesto de lado del Gobierno chiita de Al-Assad en Siria.
Ante esta complicada situación no es de extrañar que Hassan Rouhani (chiita), presidente de Irán, se haya referido a la política petrolera de Arabia Saudí como "una traición al mundo musulmán".
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