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¿Por qué Grecia y la eurozona no han llegado todavía a un acuerdo?

lunes, 11 de mayo de 2015
Foto: Bloomberg
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Pero estas medidas no son sostenibles en el tiempo. Tal y como el propio primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha reconocido en una carta a la canciller alemana, en algún momento antes de que acabe el verano, su Gobierno deberá elegir entre incurrir en un impago ante los acreedores internacionales o dejar de pagar salarios y pensiones. Tsipras optaría por lo primero, pero las consecuencias no serían bonitas: el BCE podría desenchufar a la banca griega de los préstamos de emergencia y forzar un corralito financiero. Con ese escenario, la emisión de nuevos dracmas solo sería cuestión de tiempo. Grecia estaría en el euro, pero sin euros. Lo peor de los dos mundos. Pero si ese es el panorama, ¿por qué Atenas y la eurozona no llegan ya a un acuerdo que permita nuevos desembolsos que, como mínimo, ayuden a evitar ese impago? La cuestión no es nada sencilla.

¿El problema no era Varufakis?

Hasta que Tsipras decidió diluir el papel en las negociaciones de su ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, la eurozona y la Troika tenían dos problemas con Atenas: uno de sustancia (qué reformas hacer), y otro de procedimiento (cómo negociar esas reformas). La relegación de Varufakis tras las reprimendas que recibió de sus colegas en el Eurogrupo informal de Riga , ha allanado el camino en la parte del procedimiento. Pero otro tema bien distinto es el contenido de las negociaciones.

¿Qué separa a Grecia de sus socios?

Sigue habiendo diferencias de calado entre ambos. Los acreedores quieren dejar el salario mínimo donde está, condicionar el gasto en pensiones a los ingresos del sistema, subir el IVA, acelerar privatizaciones y reforzar la cultura de pagar al banco lo que uno le debe. Pero el Gobierno griego, una coalicion de izquierda radical y la derecha ultranacionalista que ganó las elecciones de enero, ha trazado ahí sus líneas rojas: quiere subir el salario mínimo, reintroducir una paga extra en las pensiones, mantener el IVA, ralentizar las privatizaciones y reestructurar la deuda que los ciudadanos tienen con los bancos. Y aunque ha habido algunas cesiones en el asunto del IVA y de las pensiones, las diferencias, incluso en esos dos puntos, siguen siendo considerables.

¿Para qué hace falta un acuerdo?

Porque Atenas necesita dinero. Una vez que Grecia y la troika (Comisión Europea, BCE y FMI) lleguen a un acuerdo sobre un plan de reformas y este sea validado por el Eurogrupo, se establecerá un calendario para implementar esas medidas, al que irá asociado un desembolso de 7.200 millones de euros por parte del MEDE (el fondo de rescate europeo) y el FMI. Pero ahí no acaba la cosa, hace falta finalizar este acuerdo, para poder iniciar las negociaciones para un tercer rescate griego, que se sumaría al actual (de 240.000 millones). Según el ministro de Economía español, Luis de Guindos, harían falta entre 30.000 y 50.000 millones de euros más.

¿Hay tiempo?

El programa de rescate actual expira el 30 de junio. Si para entonces no hay acuerdo, Grecia perdería el derecho a recibir los 3..600 millones del desembolso que corresponden al MEDE y cerca de 10.000 millones de euros en bonos para recapitalizar sus bancos. Pero se trata de una fecha límite autoimpuesta. La fecha límite real depende de dos factores: cuando Grecia se quede sin dinero y/o cuando el BCE decida desenchufar a los bancos griegos de las líneas de liquidez de emergencia. Y este es el calendario de pagos que Atenas tiene por delante:

12 de mayo: 753 millones de euros (FMI)

5 de junio: 301 millones de euros (FMI)

12 de junio: 339 millones de euros (FMI)

16 de juio: 565 millones de euros (FMI)

19 de junio: 339 millones de euros (FMI)

13 de julio: 452 millones de euros (FMI)

20 de julio: 3.490 millones de euros (BCE)

1 de agosto: 217 millones de euros (FMI)

20 de agosto: 3.170 millones de euros (BCE)

¿Por qué no llegan a un apaño político que aunque no contente a nadie, al menos sea un mal menor?

No es tan fácil. Cualquier acuerdo necesita el visto bueno unánime de los 19 gobiernos de la zona euro y de varios parlamentos nacionales. Entre ellos, el alemán, el finlandés y el holandés. Sin contar, por supuesto, con el griego, cuyo beneplácito va a hacer falta, como mínimo, para implementar las medidas del programa de reformas. En primer lugar, la estrategia de enfrentamiento que ha seguido Grecia no ha ido encaminada precisamente a facilitar el apoyo unánime de sus socios. En segundo lugar, en cada bando negociador hay un núcleo duro con derecho de veto de facto sobre cualquier acuerdo. En el lado griego, Plataforma Izquierda, una escisión del partido neoestalinista griego y que suma al menos 30 de los 149 diputados de Syriza, la coalición de izquierda radical que ganó las elecciones de enero. A ellos se unen los 13 diputados de ANEL, sus socios de Gobierno y que representan la derecha ultranacionalista y anti-troika griega. Sin ellos, Tsipras no puede sacar ninguna reforma de calado adelante. En el otro lado los parlamentos de Berlín, Helsinki y La Haya, que ya de por sí son especialmente hostiles a cualquier concesión a Atenas. Además, la cosa se complica tras las últimas elecciones en Finlandia, con la probable entrada en el Gobierno de los populistas euroescépticos, los Verdaderos Finlandeses.

Con este escenario encima de la mesa, la gran duda es: ¿existe realmente la posibilidad de llegar a un acuerdo que sea digerible, a la vez, para Plataforma Izquierda de Syriza y los parlamentos nacionales del núcleo duro del euro?

Esto es la Unión Europea, donde el rescate de países está prohibido por ley.

¿Seguro que no se puede hacer alguna triquiñuela o algo?

Por supuesto que se puede, pero requiere la colaboración del BCE. La institución presidida por Mario Draghi podría aumentar la cantidad de letras del Tesoro griegas que acepta como garantía en sus operaciones de liquidez. Esto permitiría a los bancos griegos comprar más letras del Tesoro a su gobierno y este podría financiarse, aunque sea a corto plazo. El problema es que el BCE se niega a hacer eso hasta que considere que Grecia llegue a un acuerdo (o esté a punto de ello) sobre el plan de reformas. Lo contrario, según su criterio, equivaldría a financiar a un Estado Miembro, algo que está prohibido por el Tratado de la UE. Es decir, volvemos a la casilla de salida: hasta que Atenas, la troika y los socios del euro no se pongan de acuerdo sobre el plan de reformas a acometer, el BCE no va a participar en la triquiñuela. De hecho, esa era una de las esperanzas griegas para el Eurogrupo de hoy, llegar a un acuerdo sobre un comunicado que dé la excusa al BCE para aceptar más letras griegas como garantía. Pero de momento, hay poco apetito para ello: un alto funcionario europeo decía el viernes que todavía estamos "bastante lejos" de poder decir que hay "un acuerdo a la vista".

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