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El liberal aplicó en los últimos meses rebajas de impuestos y beneficios sociales que pretenden revertir el descontento social por la situación económica
El ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, tiene una titánica tarea por delante: convencer al electorado de que lo vote a presidente en medio de una crisis financiera con una inflación de 138% anual.
Con el objetivo de conseguir en los comicios del 22 de octubre suficientes votos para alcanzar el balotaje, el peronista liberal aplicó en los últimos meses rebajas de impuestos y beneficios sociales que pretenden revertir el malhumor de la población por la situación económica.
Tras ser el segundo candidato más votado en las primarias de agosto pasado detrás del ultraliberal Javier Milei, la mayoría de los sondeos muestra al actual ministro con serias chances de alcanzar la segunda vuelta, donde sus posibilidades de ganar, sin embargo, serían inferiores.
Si logra llegar al balotaje, Massa -uno de los funcionarios más liberales del oficialismo de centroizquierda- encaminará una carrera a la presidencia que inició a mitad de 2022, cuando asumió como ministro de Economía en momentos en que las finanzas de Argentina parecían a punto de colapsar.
"Asumí en una situación super delicada desde el punto de vista político y económico, y mi responsabilidad era y es estabilizar la economía", señaló el candidato de la alianza de centroizquierda Unión por la Patria.
Una pobreza de 40% impulsada por la alta inflación, una grave escasez de dólares y una deuda de US$44.000 millones con el Fondo Monetario Internacional, FMI, heredada de la gestión anterior son algunos de los desafíos que enfrenta Massa en un año en que el país agroexportador sufrió la peor sequía de su historia.
La delicada situación económica permitió al abogado de 51 años conseguir algo impensable hace solo seis meses: que Unión por la Patria deje atrás las peleas entre el presidente Alberto Fernández y su poderosa vice, Cristina Fernández de Kirchner, para tener posibilidades de ganar los comicios.
Además, algunos resonantes casos de corrupción han profundizado el hastío de los argentinos con la política y con el peronismo, lo que ha vuelto aún más ardua la tarea de Massa y ha impulsado a candidatos antisistema como Milei.
En medio de las dificultades, los sectores de izquierda critican a Massa por aplicar recortes de gastos sociales, mientras que los más conservadores consideran que no hace lo suficiente para reducir el déficit fiscal. Sin embargo, la aparente unidad del poderoso peronismo le ha dado bríos inesperados tras cuatro años de disputas internas.
"Con Massa se reconfigura el poder dentro de la alianza. Massa tiene su propia estructura política, lo que permite ordenar el espacio", destacó a Reuters un portavoz del oficialismo.
El ministro de fluidos contactos con el mundo empresarial prometió que, de ganar las elecciones, convocará a dirigentes de distintos partidos políticos a participar de un Gobierno de "unidad nacional".
Tras ser jefe de Gabinete en uno de los mandatos de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), Massa abandonó el Gobierno enfrentado con la entonces presidenta para fundar su propio partido político.
Pero el ministro regresó a la coalición oficialista en 2019 para postularse como diputado nacional, una decisión que sus detractores consideraron inconsecuente. Desde entonces intenta hacer equilibrio entre las distintas facciones peronistas gracias a su conocido carácter dialoguista.
Con la baja popularidad que registran actualmente el presidente Fernández y Cristina Fernández de Kirchner -quien sigue manejando importantes hilos del peronismo-, Massa era quien contaba a la vez con mejor intención de voto y mayor respaldo de gobernadores y líderes sindicales.
"¿Massa es el representante ideal del peronismo? No lo es para una primera vuelta, pero tal vez sí lo sería en un escenario de balotaje. Massa es el menos peronista de los peronistas, y eso lo pone en tensión con el 'núcleo duro' de ese electorado, pero es una ventaja en una segunda vuelta", explicó el analista Julio Burdman, de la firma Observatorio Electoral.
"El punto fuerte de Massa es su plasticidad para ser votado por todos estos sectores (de la oposición) en un balotaje. El nivel de apoyo es bajo, pero así y todo lo van a preferir antes que a Milei", añadió.
La desconfianza, sin embargo, no se ha evaporado por completo: el ala "kirchnerista" de la alianza (de inclinación más izquierdista) suele mirar de reojo al actual ministro por los recortes de gastos y su cercanía estratégica con Estados Unidos.
"Es importante tener al peronismo unificado y sentir que es una fórmula competitiva. Hay un acuerdo amplio de unidad (...) Todo el espacio tiene la convicción de que nos estamos jugando una parada difícil y lo que está enfrente (por la oposición) es muy complicado para la sociedad", señaló una fuente kirchnerista que pidió no ser identificada.
Hijo de inmigrantes italianos, Massa estudió en una escuela católica de los suburbios de Buenos Aires en los que comenzó a militar en el peronismo tras su paso por un partido de vertiente conservadora.
Con solo 27 años fue elegido diputado provincial, antes de casarse con Malena Galmarini, actual pareja y socia política que en los próximos comicios buscará imponerse en el distrito suburbano de Tigre, ya gobernado en el pasado por el mismo Massa. Quienes lo conocen, destacan su capacidad para lograr consensos.
"Es una persona que trabaja mucho el sistema de relaciones. No habla solo con los suyos, sino también con los que piensan diferente, habla prácticamente con toda la oposición", destacó un asesor que trabaja hace casi dos décadas con el actual ministro. "Está orgulloso de ser pragmático, de resolver problemas", acotó.
Por falta de respaldo político, Massa no aplicó como ministro algunas recetas cercanas a la ortodoxia que podría impulsar como presidente, de las que solo dio pistas al reducir impuestos, bajar en términos reales partidas del gasto público e intentar incrementar las escasas reservas del banco central. La feroz sequía que castigó al país, una potencia agroexportadora, también limitó sus movimientos.
Massa debe ahora convencer al electorado de que será capaz de aplicar una receta que no implique un ajuste doloroso para la población -como promete parte de la oposición- pero que, a la vez, estabilice la economía de una vez por todas. Si lo logra, estará mucho más cerca de la presidencia.
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