La indiscutible dualidad sobre las políticas del kirchnerismo

Para las personas que analizan a la distancia el difícil tema de la política argentina en su integralidad, resulta complejo comprender, a primera vista, la aparición simultanea de diversos titulares y apuntes noticiosos que, inclusive, se contradicen entre sí. Pero no sólo le ocurre a quien está lejos del territorio austral, también sucede con quien se instala por un tiempo en Buenos Aires con la pretensión de comprender, de primera mano, cómo suceden las cosas en uno de los países de mayor influjo europeo de toda la América Latina.

Mucho se habla del Kirchnerismo en la región, pero siendo realistas habría que señalar que es poco lo que se ha estudiado, principalmente en las naciones andinas, donde las noticias sobre expropiaciones hacen más ruido que las relativas a la inclusión y a los programas favorables con los desposeídos. Es así como surgen interrogantes sobre las políticas (de todo tipo) implementadas en Argentina y cómo éstas vienen siendo percibidas por sus nacionales. Las líneas que se plantean acá esbozan la evidente dualidad que se da paso cada vez que se aborda este modelo político, diferente al chavismo, pero lejano a su vez del liberalismo.

Como bien es sabido, la señora Cristina Fernández gobierna a la República Argentina desde 2007 cuando, aún vivo Néstor Kirchner, ella enarboló las banderas del justicialismo peronista y continuó adelante con todos los retos propuestos en el mandato anterior. Fue reelecta en 2011 y continúa sin desfallecer en la implementación de un profundo paquete de medidas que ha venido generando una particular ambivalencia en sus lecturas. Están claramente definidas la mirada del empresario, parte vital del sistema productivo, y la del ciudadano del común, cómodo con la gestión de la presidenta.

Desde la perspectiva del sector productivo, y del empresario promedio, se insiste en un modelo político-económico que, de no moderarse, llevará al vacío a la economía argentina. Múltiples reclamos se hacen con una constancia sin igual desde muchas empresas. Algunas de ellas incluso con carácter de multilatinas, como se ha determinado dentro del lenguaje regional, critican airadamente el hecho de exigir ante cada importación de materia prima, una misma cantidad de dólares en ventas al exterior. Por ello resulta fácil encontrarse con ensambladoras de vehículos exportando vinos, o productoras de manufactura vendiendo limones a cualquier mercado que supere las fronteras.

Sin embargo, es preciso indicar que dicha medida ha sido uno de los pocos medios de lograr que la balanza comercial gire a favor de la nación.

A lo anterior valdría agregar que el gobierno del Gran Buenos Aires (la capital federal) es liderado por la oposición. Mauricio Macri es un líder que no comparte las políticas del gobierno nacional y que ha debido sacar adelante toda su gestión con una agenda que se le trunca en reiteradas ocasiones.

Alegan los opositores al Kirchnerismo que los recursos se reducen ostensiblemente para las jurisdicciones que no hacen parte de dicha corriente política y que no es mucho lo que puedan hacer ante las decisiones del ejecutivo. Aducen retrocesos evidentes en la nación.

Sin embargo, de otro lado está la visión de los individuos que han sentido el alivio ante la ausencia de la tradicional manipulación de las élites, tanto nacionales como internacionales. Estas personas no muestran angustia frente al manejo económico del país, siempre que sigan sintiendo que están siendo tenidas en cuenta por el gobierno. Para ellas, a pesar de vivir en medio de un dólar volátil, que se vende hasta en 7,2 en el mercado negro (cuando la tasa de cambio oficial se mantiene en 4,74), o de una inflación que se dispara hasta 30% no declarado, la realidad es que el país está en mejor situación que una década atrás.

Esa realidad que los toca, la de la participación e inclusión en los procesos sociales de la nación argentina, los tranquiliza. Por tanto, aunque sea afrontando una baja en la producción y la competitividad del país, esta clase de personas le seguirán apostando al modelo propuesto por la señora Fernández que, por cierto, es más amada que odiada por el fervor popular. Gran dualidad.