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La historia de Luis Suárez: el día que lo pusieron en penitencia en el banco de suplente

domingo, 31 de julio de 2022
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Uruguay

Luis Suárez, el niño que dejó un partido para comer una pizza, el adolescente que compró su primer celular en cuotas y el crack que regresa a Nacional

El Observador - Montevideo

Todos conocen al Suárez adentro de la cancha. Al goleador histórico de la selección uruguaya, al tercer goleador en la historia del Barcelona. Pocos saben del niño Suárez. Del que le decía “Pelado, vos no me querés” a un entrenador que lo mandaba al banco de suplentes. Del que dejaba de jugar al fútbol para correr a comer una pizza a la tribuna. Del que lloraba cuando no hacía goles. Del que compró su primer teléfono celular en cómodas cuotas.

Entre aquel pasado plagado de incertidumbres y el presente exitoso, hay una condición en Suárez que se mantiene inalterable: nunca bajó los brazos, siempre actuó con el corazón. Afuera y adentro de un campo de juego. Por eso vuelve a Nacional, porque lo conmovió el cariño de la hinchada, porque nunca se fue del todo y siempre se mantuvo cerca del club de sus amores.

Cuando era un niño y todos lo llamaban “Salta” por la ciudad donde nació (Salto), jugaba al baby fútbol en el club Urreta, ubicado en el barrio Larrañaga, no muy lejos del Gran Parque Central. Danubio le ofreció dinero a Rodolfo, su papá, para que fuera a jugar a ese equipo de Maroñas. También le hablaron de Racing. Pero Luis solo tenía tres colores en mente.

Luego de un partido en el que marcó siete goles, llamó la atención de una publicación barrial que le hizo una minientrevista. Le preguntaron: ¿Cómo quien te gustaría jugar y en qué cuadro? “Como Francescoli y en Nacional”, respondió.

Después del baby se unió a la preséptima tricolor. Uno de los que lo recibió fue Wilson Pirez, dirigente de juveniles en esa época. “Luis siempre fue igual a como es ahora, con esa desfachatez. No ha cambiado mucho. Siempre fue rebelde, nunca le gustó perder y eso es innato, no se adquiere, se trae de nacimiento. Hasta el día de hoy se mantiene de la misma forma, es increíble”, dijo Pirez a Referí.

Los inicios no fueron fáciles para el chiquilín. “Todo lo que le pasó y lo sorteó, dice mucho de su forma de ser. En Séptima no jugaba, pero él igual iba y estaba. Una vez me dijo que si no jugaba se iba a ir, pero se lo apoyó para que no tomara esa decisión. Se sobrepuso a eso y se sobrepuso a todo durante su carrera. En la cancha, ponía cabeza dura y corazón”, agregó Pirez.

El primer técnico de Suárez en Nacional fue Alejandro Garay. “Él estaba jugando en Aufi, entrenaba en el Rocha, cerca del Cilindro (hoy Antel Arena) y era parte de la captación de Nacional, que en ese tiempo estaba a cargo de Nil Chagas. Yo llegué a Nacional en el 2000. Daniel Enríquez era el coordinador de juveniles y llegamos con Wilmar Cabrera, Felipe Revelez y Ricardo Perdomo. Como yo no tenía carrera en Nacional, me dieron la Séptima división, que además era una edad que me gustaba dirigir. Era la generación 1987 y ahí estaba Luis”, recordó Garay.

Al técnico no le gusta decir que él lo descubrió: “Coincidí con él y la devolución más grande que puede tener un técnico es que después de muchos años y una trayectoria increíble, el jugador se acuerde de uno, como lo hizo Luis. Quiere decir que en algún momento lo ayudaste. En juveniles uno mide el éxito de acuerdo a cuánto creció el chiquilín”.

Garay lo recuerda como “un gurí hiperactivo, con una pasión enorme por jugar a la pelota. Era afectivo, impulsivo, sano. Tenía una característica notoria y es que estando él adentro de la cancha, algo podía pasar. Hasta ahora pasa eso, a pesar de algunas carencias físicas, que si él está adentro hay una sensación de que puede pasar algo”.

"Tengo el mérito mayor de haberlo tenido de suplente y me lo achacan aún hoy –dijo Garay. Pero eso era parte del aprendizaje. Trataba de hacerle entender ciertas cosas. Él me decía: ‘vos no me querés, Pelado’. Hay muchachos que su forma de defenderse la tienen jugando, porque les cuesta expresar lo que sienten. Su fortaleza es jugar”.

Ricardo “Murmullo” Perdomo fue otro de los técnicos que dirigió a Suárez cuando daba sus primeros pelotazos en Nacional. “Era un chico que aprendía muy rápido todo lo que le indicábamos nosotros y cuando pasó de Séptima a Sexta lo llevé a un campeonato en Rivera, donde los titulares eran Cauteruccio y Fornaroli. Lo puse dos o tres partidos y en cada partido hacía de tres a cuatro goles, pero lo que más me sorprendió no fueron esos goles, sino que en cada partido erró de seis a siete goles y en ese momento me pregunté cómo un jugador podía quedar tantas veces de cara al arco. Eso es lo que me motivó a trabajar con él de forma especial”, contó el técnico.

El propio Suárez recordó tiempo después aquel viaje al norte del país que lo puso en carrera. “Viajamos a jugar la Copa Rivera. Yo era suplente, pero se lesionó Fornaroli. El técnico Perdomo me puso y le ganamos 5-1 a San Eugenio de Artigas y yo hice cuatro goles. Al otro día enfrentamos a Oriental y ganamos 5-0, y otra vez hice cuatro. Desde entonces en Sexta no me sacaban ni por decreto”, dijo Luis a este periodista durante una charla en 2003, cuando él tenía 16 años y hacía goles de todos los colores y en tres categorías a la vez: Quinta, Sub 16 y Tercera

Un puntal fundamental en la carrera de Luis es Sofía Balbi, su esposa. Se conocieron cuando tenían 13 años. Compartieron toda la vida. Los éxitos, pero también las tristezas. En octubre de 2003, producto de la crisis económica que el año anterior azotó a Uruguay, la familia de Sofía se fue a vivir a Barcelona. Un golpe bajo para aquel adolescente. “Ella siempre me decía ponete las pilas, no dejes el liceo”, contó el futbolista.

Antes de que se fueran del país, Luis le compró el teléfono celular a su futuro suegro. Se lo pagó en cuotas de $ 20 y $ 50 de la época. Aquel aparato atenuó el dolor de la distancia. Pero cuando pudo, con la colaboración de su entonces representante Daniel Fonseca y con US$ 60 en el bolsillo, viajó a España para visitar a Sofía.

Cuando Luis tenía 5 años y su familia aún vivía en Salto, fue a jugar al fútbol de salón acompañado de su hermano Paolo, siete años mayor. De pronto el niño miró hacia la tribuna y su hermano estaba saboreando una pizza humeante. Se olvidó del partido, de la pelota, de los goles y corrió hasta la tribuna para que lo convidara. Debe haber sido la única vez que Suárez dejó la pelota de lado.

Viajó antes del final de un partido

Después de participar de una gira que Nacional hizo por China y España en julio y agosto de 2005, el Apertura de ese año fue el primer campeonato que Luis Suárez jugó con continuidad en el primer equipo de Nacional. Empezó de suplente y terminó de titular.

Disputó 13 partidos de aquel torneo y convirtió tres goles.

En la última fecha, Nacional enfrentó a Danubio el 10 de diciembre en Jardines del Hipódromo. Suárez ingresó en el equipo titular, pero el partido se suspendió a los 43 minutos porque desde la tribuna tricolor lanzaron una bengala a la cancha. Se reanudó una semana después, sin el delantero en la alineación: lo sustituyó Andrés Márquez.

Suárez había pedido permiso con anticipación a los dirigentes para viajar a Barcelona. Sofía lo esperaba.

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