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Inmobiliarias y equipos deportivos, así invierte el cofundador de Microsoft

jueves, 11 de agosto de 2016
Foto: Expansión
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Expansión - Madrid

La historia habría sido muy distinta si Allen, creador de Basics (el primer software para ordenadores personales de la historia, origen de Microsoft), no hubiera escuchado de forma fortuita la conversación de dos personas que creía que estaban de su lado: Gates y Steve Ballmer, consejero delegado de Microsoft. Fue una noche de 1982, momento en que Allen había padecido y casi superado un cáncer. Sus días allí estaban contados porque creía que la vida era demasiado corta para pasarla bajo el estrés de Microsoft en vez de dedicarse a lo que le hacía feliz: inventar cosas que no existían, como cuando nació Basics.

Gates y Ballmer, insatisfechos con su actitud, comentaban cómo diluir su participación en el capital en beneficio de ellos mismos, sin saber que Allen estaba escuchando. Airado y decepcionado por la traición, recriminó la maniobra a Bill Gates -su socio durante 14 años- y a Ballmer. Después, abandonó la compañía.

Gates le dijo que no era justo que conservara sus acciones. Se las quiso comprar a US$5 cada una. Él no estaba dispuesto a vender por menos de US$10. Gates se negó y Allen conservó 36%.

Esta negativa fue su seguro de vida. Si Allen hubiera vendido ya no habría sido accionista en la salida a Bolsa, en 1986. El precio inicial se fijó en US$21  por acción, más del doble de lo que había pedido a Gates. El día del debut subió 33% y cerró a US$28. El cofundador vendió entonces acciones, ganó US$175 millones y conservó el 28% del capital.

La revalorización posterior haría más rico a Allen, que con 37 años superaba por primera vez los US$1.000 millones de patrimonio. Seguro que el empleado del Albuquerque National Bank que dos años después de crear Microsoft le denegó una tarjeta de crédito estaría haciéndose cruces.

Con los beneficios de la salida a Bolsa, Allen creó su brazo inversor (Vulcan) con su hermana Jodie y constituyó The Paul Allen Family Foundation.

Siguió inventando -tiene más de cuarenta patentes-, entró como accionista en empresas que comparten su visión del mundo y cultivó el deporte y la música. Compró un equipo de la NBA (Portland Trail Blazers) y otro de la NFL (Seattle Seahawks, que ganó la Super Bowl de 2014).

La música y el cine también fueron su debilidad

Paul Allen abrió un museo de la música en Seattle (al que cedió su colección de artistas como Jimmy Hendrix). El cine es otra de sus grandes pasiones y tiene su productora, además de ser accionista de DreamWorks, una de sus principales inversiones actuales junto a Alibaba, Uber y Spotify. Su gran fracaso inversor fue el negocio de las telecomunicaciones por cable, donde perdió US$8.000 millones en distintas compras. Volcado en la investigación científica (impulsó el Instituto de las Ciencias del Cerebro), Allen posee inmuebles (Vulcan Real Estate) y una amplia flota de yates.

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