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HACIENDA

Las guerras, catástrofes naturales y el reloj del fin del mundo

domingo, 9 de octubre de 2022

Científicos alertaron nuevamente del tiempo que "mide" el tiempo final del mundo con base en hechos catastróficos globales

Expansión - Madrid

Desde 1947 en que se creó el llamado Doomsday Clock, el reloj del Apocalipsis, este grupo de científicos difunde el tiempo hipotético que quedaría para las doce de la noche de lo que sería la destrucción del mundo. Inicialmente se analizaba solo el riesgo de guerra nuclear global, pero desde hace algún tiempo incluye cambios climáticos y otras catástrofes que pudieran infligir algún daño irreparable.

Durante muchos años, el reloj que mide la amenaza nuclear, ambiental o tecnológica, había estado por encima de los cinco minutos; sin embargo, en enero de 2017 se fijó en tres minutos para la medianoche y un año después bajó a dos minutos y medio. En enero de 2021 volvió a bajar hasta los 100 segundos, periodo de tiempo que mantuvieron a principios de este año. "Cien segundos significa que estamos atrapados en un tiempo peligroso, uno que no traerá ni estabilidad ni seguridad", señalaron los gestores del reloj del fin del mundo.

El análisis de la situación se produjo cuando la invasión de Ucrania por las tropas rusas no era más que una amenaza; real, pero una amenaza, como había declarado el presidente de la Otan, Jens Stoltenberg, al comenzar el año. También ha pesado sobre esa reducción del tiempo para la medianoche en los últimos años la crisis medioambiental generada por el cambio climático.

Hoy, el reloj del Apocalipsis habría que adelantarlo hasta casi el límite de la medianoche por todo lo sucedido en los últimos meses. Han pasado 222 días desde el inicio de la guerra en Ucrania y la amenaza de una guerra nuclear global es un hecho incontestable. Además, los efectos del calentamiento global son indiscutibles, según muestran las catástrofes naturales que asolan el planeta cada vez con mayor frecuencia e intensidad. La tercera semana de enero de 2023 estaremos todos pendientes del tiempo que se fije en el Boletín de Científicos Atómicos de Chicago.

La guerra en Ucrania, que se inició hace más de siete meses, ha llegado a una situación casi de no retorno, en el que la amenaza del uso de armas de destrucción masiva está a la orden del día. Y de ahí a una guerra nuclear global hay un trayecto muy corto. El tirano ruso, Vladímir Putin, ha dado en los últimos días algunos pasos especialmente peligrosos que han puesto en alerta de guerra nuclear a todo el planeta. No solo por sus amenazas continuas, sino por los movimientos detectados de su temible submarino Belgorod en el Mar Ártico. Esta embarcación porta seis misiles nucleares del tipo Poseidón, capaces de desplazarse hasta 10.000 kilómetros bajo el agua. Podrían destruir las principales capitales occidentales.

La amenaza de guerra nuclear se hizo más patente cuando el ejército ruso empezó a perder posiciones frente al avance de las tropas ucranianas en los territorios ocupados. Ante el escenario de perder la guerra, Putin adoptó dos medidas. En primer lugar, la llamada a filas de más de 300.000 personas para aumentar sus efectos en primera línea de fuego. Y después, la anexión tras unos referéndums ficticios e ilegales, de las provincias ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jerson y Zaporiyia. Esta última decisión, consumada el pasado viernes, lleva aparejada la amenaza de utilizar armas nucleares contra cualquier país que ataque suelo ruso.

A estas alturas, ningún líder de las principales democracias occidentales pone en duda el riesgo cierto de una guerra nuclear. Desde la crisis de los misiles en Cuba, que este mes cumple sesenta años, no se había producido un riesgo tan claro de guerra nuclear. Y los misiles desplegados por Rusia en la isla no tienen nada que ver con los actuales, de ultimísima generación, que van por la estratosfera y nos son detectables por las defensas occidentales.

El mundo vive en un escenario desconocido y lleno de riesgos de destrucción. Nadie se imaginaba al comenzar el año, cuando todo el planeta empezaba a recuperarse de la pandemia del covid, que Putin iba a cumplir sus amenazas e invadir nuevas provincias ucranianas, tras la anexión de Crimea en 2014. Pero, sobre todo, ningún líder mundial podía imaginarse que el presidente ruso iba a amenazar abiertamente con la utilización de armas nucleares. En Naciones Unidas y en las principales cancillerías de todo el mundo (hasta el Papa, que pidió este fin de semana al tirano ruso que pusiera fin a la guerra) se busca una salida de emergencia para evitar la catástrofe. De cualquier forma, el orden mundial está patas arriba.

Y todo ello, sin hablar de la crisis climática que ha pasado ya a convertirse en una emergencia climática. Además, la guerra en Ucrania ha agravado la situación por el alza y la carestía de los precios de la energía que ha obligado a muchos países a frenar su política de reducción de emisiones. Las catástrofes naturales crecen de forma casi exponencial y sus consecuencias afectan cada vez más a la vida diaria de las personas.

Este año, el calentamiento global ha sido el auténtico protagonista del planeta. La temperatura de los mares se ha disparado y la palabra sequía ha empezado emplearse en países con abundancia histórica de agua. Urgen medidas globales contra la emergencia climática, si no queremos que el reloj del fin del mundo se acerque peligrosamente hacia la medianoche.

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