Productividad con propósito compartido

Director general de Colsubsidio

La productividad no es solo un indicador económico; es la base sobre la cual se construye la competitividad y la capacidad de transformación de un país. En un entorno cada vez más exigente, las empresas necesitan fortalecer sus procesos, los trabajadores desarrollar nuevas habilidades y las instituciones articular estos esfuerzos. Esa articulación, que une la formación, el empleo y la innovación, es lo que determina la capacidad real de crecimiento de un sistema productivo.

En los últimos años, hemos visto cómo la tecnología no reemplaza el talento, sino que lo amplifica. La Gran Encuesta de Productividad, desarrollada este año por Colsubsidio, con empresas de Bogotá, lo confirma: a mayor adopción tecnológica e innovación, mayor empleo y mejores ventas. Sin embargo, 38% de las compañías que más innovan reportan dificultades para cerrar vacantes por brechas de competencias. Es una señal clara de que la formación, el empleo y el desarrollo empresarial, no pueden avanzar por caminos separados.

La formación pertinente, es el punto de partida. Hoy, no basta con preparar personas para los empleos existentes; el desafío es anticiparse a los cambios, desarrollar habilidades adaptativas y fortalecer la capacidad de aprendizaje permanente. La formación, debe conversar con las necesidades de la economía y alinearse con la transformación de los modelos productivos.

El empleo con propósito, es el segundo pilar. No se trata solo de llenar vacantes, sino de conectar el potencial humano con los requerimientos reales del mercado. Las empresas que logran esa conexión construyen ventajas competitivas sostenibles y generan mayor valor. La clave, está en comprender que el talento no es un recurso que se gestiona, sino una fuerza que se desarrolla.

El tercer frente, es el fortalecimiento empresarial. La productividad crece cuando las organizaciones innovan, incorporan tecnología, mejoran la capacidad de sus trabajadores y fortalecen sus procesos de gestión. Las empresas que asumen esa transformación como un proceso continuo, son las que logran traducir la capacitación y el talento en resultados medibles.

Estos tres componentes -formación, empleo y desarrollo empresarial- conforman un sistema que debe operar de manera integrada. Solo cuando se conectan entre sí se logra un efecto multiplicador: las personas acceden a más y mejores oportunidades, las empresas aumentan su competitividad y el país avanza hacia una economía más sólida y dinámica.

El reto está en llevar esta visión a acuerdos concretos. Necesitamos consensos sobre qué y cómo vamos a medir la productividad; impulsar sistemas de información que integren la demanda y la oferta de talento; y abrir más espacios para que perfiles técnicos y tecnólogos, participen en funciones estratégicas dentro de las organizaciones.

Solo así, la productividad dejará de ser un concepto y se convertirá en una práctica cotidiana, que transforma la economía desde adentro. Cierro con una invitación a mantener este propósito compartido: seguir fortaleciendo la conexión entre formación, empleo y desarrollo empresarial. Porque en esa articulación está la verdadera capacidad del país para crecer con sentido, innovar y competir en un mundo que cambia.