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Tomarse un buen café en la zona del Parque de la 93 no es tarea fácil, y no es porque no hayan opciones; por el contrario, hay oferta de sobra. Tal característica en esta área del norte de Bogotá, donde conviven Juan Valdez, Oma, Starbucks, McCafé, Café Renault, entre otros puntos, es precisamente la que vuelve compleja esta decisión.
Con el objetivo de contarle a los lectores de LR cuál es la mejor oferta, fui a los tres puntos de venta más populares en la 93 (Starbucks, Juan Valdez y Oma) y compré en cada uno de ellos un mismo producto: el tradicional capuchino.
Repetí la experiencia tres veces: hice la fila, pedí la bebida, esperé a que lo prepararan y luego lo degusté. Como esta última tarea (de evaluar el sabor del café) es muy subjetiva, le puse atención a tres aspectos en los que el gusto personal no influye. Comparé tamaño, precio y presentación.
A las 10:15 de la mañana de ayer viernes estaba al frente de una caja de Starbucks pagando un capuchino de 300 mililitros a un precio de $5.500. En cuestión de segundos, el tradicional vaso blanco con el logo verde de la sirena ya tenía mi nombre, acompañado de una frase motivadora: “¡Vanessa... feliz viernes!”.
La lista de consumidores en el local era larga y por eso tuve paciencia para esperar mi capuchino, el cual llegó humeante a mis manos 15 minutos después de haberlo solicitado en caja. Aunque la espuma de café no tenía diseño y tardó un poco su salida de la barra, lo grande del envase y la cordialidad del empleado que hizo la entrega, hizo que le pusiera a Starbucks una calificación de 5 puntos en tamaño.
A las 11:00 de la mañana ya estaba pisando el hall del establecimiento que tiene Oma al frente del Parque de la 93. El amplio espacio del local y el funcionamiento de este punto también como restaurante hacen que la experiencia de consumo sea más relajada y sin tantas filas.
Aunque estaba la opción de ir a una mesa, preferí ir a la barra de café y pedir nuevamente un capuchino tradicional y el más básico. Pagué $4.200 por la misma bebida que cancelé un poco más costosa en Starbucks, pero con la diferencia de que en Oma el tamaño era menor, es decir, de 9 onzas, lo que en promedio oscila entre 230 mililitros y 250 mililitros. La siguiente presentación en esta cadena es de 12 onzas (aproximadamente 340 mililitros) y su valor de $5.100 sigue siendo más bajo que el que ofrece la cadena estadounidense.
Vale la pena aclarar que si la persona recibe la atención en la mesa, el capuchino en taza de 12 onzas puede costar $5.500.
Cinco minutos después de que cancelé mi capuchino en la caja del local de Oma, un barista estaba detrás de la máquina presionando botones, lavando pocillos de metal y batiendo crema. Aunque está la opción de que el pedido te lo entreguen en un vaso de cartón, lo que más se usa en este local son las tazas de cerámica.
Antes de que se cumplieran los primeros 10 minutos después de las 11:00 de la mañana, una chica en la barra de café de Oma me estaba entregando un capuchino a muy buena temperatura y con una presentación excepcional: la espuma en la taza tenía forma de flor, y no una cualquiera, sino una especie de capullo en forma de corazón que va saliendo de sus hojas. La taza viene acompañada de una vez con dos sobres de azúcar o endulzante light (lo que prefiera) y una presentación diminuta de un grano de café cubierto de chocolate.
Aunque tomé menos contenido y no encontré una barra como la que hay en Starbucks para añadirle nuevos sabores al café (canela y chocolate) o escoger una mayor variedad de endulzantes, los cinco puntos se los entregué a Oma en presentación.
Por último, entré al local esquinero que tiene Juan Valdez en la cuadra superior del Parque de la 93. Eran las 11:32 de la mañana cuando pedí a la cajera del local un capuchino del mismo tamaño del que pedí en Oma, es decir, 9 onzas.
La cadena que maneja Procafecol tiene en el menú una presentación de menor tamaño, que es la de 7 onzas o casi 200 mililitros, a un precio aún menor que el resto de sus competidores: $3.700.
Esta característica le dio inmediatamente cinco puntos a la red Juan Valdez, pues ninguno de los establecimientos anteriormente visitados ofrecen esta elaborada bebida por menos de $4.000.
El tiempo de espera fue intermedio, pues no tardaron como Starbucks aunque no fue rápido como Oma. La amplitud del local y la buena disposición de las mesas en este Juan Valdez evita que se congestionen los dos puntos dispuestos para que los clientes agreguen diferentes tipos de azúcar, endulzantes u otros aditivos.
Llegó el mediodía y a pesar de mi sobredosis de café la experiencia como consumidora resultó totalmente satisfactoria, pues Colombia no solo tiene el mejor café del mundo, sino también las mejores marcas y al mejor talento humano para vender todo lo que se deriva de este pequeño grano.
La opinión
Hernán Méndez
Presidente de Procafecol
“Si bien nuestras tiendas pueden ser un poco diferentes unas de otras, nuestra misión es la misma: ofrecer un café premium de alta calidad”.
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