MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Este territorio, ubicado en el municipio de Santander de Quilichao y que alimenta a Colombia, se encuentra sitiado por los tatucos y los hechos de violencia
El polvo blanco del almidón todavía flota en el aire cuando llegan los peritos a medir grietas y a contar muros caídos. Sobre las ruinas recientes se mezclan los olores de la yuca fermentada y la pólvora. Mondomo, el único corregimiento de Santander de Quilichao, vuelve a despertar entre láminas retorcidas, paredes abiertas y techos caídos, después del ataque que dejó trece viviendas destruidas y más de ciento veinte afectadas, según confirmó el alcalde Luis Eduardo Grijalba Muñoz.
Entre esos muros dañados está la casa de Doña Berta, una mujer de cerca de ochenta años a quien se le vino abajo buena parte de su vivienda. El mandatario calcula que el daño fue catastrófico, lo dice como dato, pero en esa cifra cabe una vida entera, la silla donde se sentaba a tomar café, la cama en la que vio crecer a sus hijos, las paredes que habían resistido otros ataques, pero no soportaron esta explosión. Alrededor de ella se mueven vecinos como Fernando Torres, Jessica Lasso Chocó, Wilson Mora, entre otros, que ayudan a recoger escombros, rescatar enseres y asegurar paredes agrietadas, mientras en el centro del pueblo se termina de instalar el comité “Unidos Somos Todos”, creado para coordinar la solidaridad que llega de veredas, cabildos, comercios y ciudadanos de otros municipios.
Mondomo siempre ha sido algo más que un punto en la Panamericana. El municipio de Santander de Quilichao, ubicado en el norte del Cauca, limita al norte con Villa Rica y Jamundí; al occidente con Buenos Aires; al oriente con Caloto y Jambaló; al sur con Caldono. Son 43 barrios en la cabecera municipal, 104 veredas y cuatro resguardos indígenas —Canoas, Munchique los Tigres, La Concepción y Guadualito—, pero solo un corregimiento: este. Situado al sur del municipio, a 1.270 metros sobre el nivel del mar, con clima templado que oscila entre los 22 y 24 grados, Mondomo conecta la producción agropecuaria del norte del Cauca con los mercados del Valle del Cauca y otras regiones del país.

Su nombre condensa esa vocación de lugar habitado. Mondomo proviene, según las reseñas locales, de la unión de “mon”, voz francesa para decir “mi”, y “domo”, palabra latina asociada a casa, hacienda, propiedad. Una casa propia levantada en el siglo XIX alrededor de una hacienda que fue cambiando de manos en medio de las guerras de independencia, hasta que los señores Vergara y Vivas, llegados del Tolima, la compraron cuando los antiguos propietarios decidieron vender. La historia rural de esa hacienda se extendió con el tiempo hasta convertirse en caserío, corregimiento, núcleo urbano y comercial donde hoy viven, de acuerdo con el Dane, unas 4.000 personas en la zona urbana y varios miles más si se suma la población dispersa en el entorno rural.
El retrato cotidiano del corregimiento comienza muchas veces en la carretera. Quien viaja por la Panamericana entre Popayán y Cali suele percibir primero un olor penetrante, son pilas de yuca fermentada. El aroma anuncia la actividad económica central del territorio, la producción de almidón de yuca, base del pandebono que se consume en ciudades de todo el país y de otros productos de panadería.
La yuca, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ocupa el cuarto lugar entre los productos básicos mundiales, después del arroz, el trigo y el maíz. Es alimento fundamental para más de 1.000 millones de personas, tolera la sequía, se adapta a suelos degradados y permite flexibilidad en siembras y cosechas. Esa combinación de resistencia y versatilidad encontró en Mondomo un lugar idóneo para evolucionar de cultivo campesino a cadena agroindustrial.

En Colombia, la Encuesta Nacional Agropecuaria del Dane registró que, entre 2015 y 2016, la producción de yuca pasó de 482.595 a 870.450 toneladas en un área superior a las 100.000 hectáreas. Detrás de ese salto hay territorios que sostienen la estadística con madrugadas y trabajo manual. Mondomo es uno de ellos. Aquí la raíz no solo se cultiva, se transforma en almidón en una red de pequeñas y medianas rallanderías que comenzaron a operar en la década de 1940, cuando Aniceto Sarria puso en marcha la primera de ellas con un sistema artesanal. Desde entonces la actividad creció hasta alcanzar un promedio cercano a 132 plantas procesadoras, equipadas hoy con motores eléctricos, poleas, coladoras cilíndricas y rayos entamborados, que separan almidón, mancha, afrecho y cascarilla. Esta última se utiliza como abono; los residuos líquidos atraviesan procedimientos de descontaminación antes de llegar a las quebradas. La industria suma miles de empleos directos e indirectos, cifra modesta, pero decisiva en una economía local donde cada puesto de trabajo sostiene familias y pequeños comercios. Lo que sale de las bandejas de almidón no es un simple insumo. Es un carbohidrato que aporta energía y estructura a panes, amasijos y productos de repostería. Gran parte de lo que se hornea en panaderías colombianas incluye almidón de yuca, aunque el consumidor lo desconozca. Aquí se trabaja con variedades como la yuca “algodona”, capaz de producir hasta 15.000 kilos de raíz por hectárea, destinada luego a abastecer panaderías y clientes de casi todo el país, con Bogotá como uno de los principales destinos.
En paralelo a las rallanderías, el corregimiento también ha buscado diversificar su base económica. En el barrio Las Veraneras funciona desde el 22 de mayo de 2004 el proyecto de Granjas Integrales de la Asociación de Cunicultores y Cuyicultores, ASOGRANJA, que se propuso desde el inicio trabajar sin discriminación, integrar a campesinos de la región y producir alimentos orgánicos. Su sede demostrativa alberga proyectos de gallinas ponedoras, cunicultura, caprinos, cítricos, café, pollo y huevo con enfoque de cuidado ambiental. El propósito declarado es servir a la comunidad con productos agrícolas y pecuarios de calidad, sin conservantes químicos. La representación legal recae en Orlando Cárdenas, otro de esos nombres que sostienen, sin estridencia, la economía local.
La vida cotidiana se teje además alrededor del centro de salud administrado por la ESE Quilisalud, que presta servicios de consulta externa, odontología, laboratorio clínico, programas de promoción y prevención, así como atención de urgencias. En el plano recreativo, el río Mondomo al que todos conocen como “las playas” es lugar de encuentro en verano. Un charco amplio, con un peñasco que sirve de trampolín, concentra fines de semana de familias que arman el tradicional paseo de olla con entrada libre, en un espacio que forma parte de la memoria afectiva de varias generaciones.

El agua también ha sido escenario de organización comunitaria y de articulación institucional. El acueducto de Mondomo se levantó a partir de un propósito compartido entre empresas, Estado y ciudadanía. Fundación Propal, el grupo empresarial “Un valle solidario por el Cauca”, la Financiera del Desarrollo Territorial (Findeter), la Gobernación del Cauca, la Corporación Nasa Kiwe, el municipio de Santander de Quilichao, EMQUILICHAO E.S.P., la Universidad del Valle, Cinara, la firma constructora Arcila y Gutiérrez y la propia comunidad sumaron esfuerzos para construir un sistema de abastecimiento basado en filtración en múltiples etapas con gravas y arena, con mínimo uso de químicos y sin consumo de energía eléctrica. La inversión alcanzó $1.013 millones de entonces, equivalentes a unos US$718.000 . El 5 de diciembre de 1998 la obra fue entregada y fue reconocida nacionalmente por el programa “Alianzas para la superación de la pobreza” de la Fundación Corona, el Banco Mundial y la Fundación Interamericana.
Las demandas actuales plantean nuevos retos. El crecimiento demográfico y la presión sobre las fuentes obligan hoy a diseñar una segunda línea de conducción hacia Mondomo, acompañada de nuevos tanques de almacenamiento y del avance del acueducto de Palmichal, pensado para mejorar el suministro en zonas rurales y aliviar la carga sobre el sistema existente.
Al mismo tiempo, Santander de Quilichao arrastra una deuda cercana a los $80.000 millones con la Compañía Energética de Occidente. La administración logró frenar el crecimiento de ese saldo mediante la puesta en marcha de un acuerdo de cobro de alumbrado público que debería empezar a aplicarse hacia finales de 2025. Además, tramita ante el Ministerio de Minas y Energía un proyecto de obras por impuestos por $12.000 millones, que incluye la construcción de una granja solar de dos megavatios en Mondomo. La producción anual estimada, entre $180 y $200 millones, se destinaría a aliviar la deuda y fortalecer la capacidad energética del municipio. En ese mismo frente, la Alcaldía busca que CEDELCA entregue la pequeña central hidroeléctrica, la PCH de Mondomo, con la perspectiva de integrarla a los acuerdos de pago bajo reglas claras de administración y distribución de beneficios.

Siguiendo con este recuento de lo próspero de este corregimiento se levanta otra obra de impacto cotidiano: el Punto de Abastecimiento Solidario, PAS, con un valor aproximado de $4.000 millones. Su construcción implica la reubicación temporal de los comerciantes de la galería, con el compromiso de ofrecerles de nuevo un espacio de trabajo en mejores condiciones de salubridad, manejo de alimentos e infraestructura. El PAS reorganiza el mercado, define nuevos recorridos para quienes venden y compran y reafirma el papel de Mondomo como centro de abastecimiento para veredas y municipios cercanos.
Todo este tejido —rallanderías que madrugan, fincas integrales, acueducto comunitario, proyectos energéticos, turismo, esfuerzo por reducir costos de disposición de basuras y construcción de un centro de abastecimiento— describe un territorio que discute en la práctica asuntos que suelen quedar en los discursos como deuda pública, soberanía energética, seguridad alimentaria, modelos de desarrollo rural. Nada de eso ha sido suficiente para mantener a Mondomo al margen del conflicto armado.
Desde 2022, el corregimiento volvió a aparecer en informes de orden público del norte del Cauca por dos razones evidentes: su ubicación sobre la Panamericana y la presencia de la subestación de Policía dentro del casco urbano. El 19 de julio de ese año fue asesinado en el centro poblado Jorge Eliecer Mejía, guardia indígena de 25 años del resguardo La Concepción. Según la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, hombres armados lo sacaron de un establecimiento público y le dispararon en plena calle, a pocos metros de la estación policial, en una zona con alta presencia militar.
El 21 de diciembre de 2022, hacia las cinco de la mañana, una motocicleta cargada con explosivos fue detonada frente a la estación de Policía de Mondomo, sobre la vía entre Popayán y Cali. El artefacto, dejado por hombres en moto a unos metros de las garitas, causó daños en ventanas de por lo menos cinco viviendas y afectó un vehículo de la Policía de Carreteras. No hubo muertos, pero el hecho confirmó que el corregimiento estaba incorporado a la lógica de los ataques con explosivos atribuidos a estructuras disidentes como la “Carlos Patiño”.
La Defensoría del Pueblo incluyó posteriormente a Mondomo en la Alerta Temprana 036 de 2023, al registrar un incidente en el que, a raíz de acciones armadas, un hombre resultó herido y una mujer asesinada en el corredor Mondomo–Panamericana. El documento advertía sobre el riesgo creciente para la población civil en la zona.

Frente a esa escena, la respuesta institucional y comunitaria se tejió a contrarreloj. La Administración Municipal y la Oficina de Gestión del Riesgo activaron las primeras acciones de atención. En Consejo de Gobierno se declaró la calamidad pública figura que permite escalar solicitudes de apoyo y gestionar recursos en niveles municipal, departamental y nacional. El alcalde informó que estaba en comunicación con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo, la Gobernación y el Gobierno Nacional, y reconoció que los recursos disponibles no alcanzan para cubrir una emergencia de ese tamaño.
Desde otros frentes comenzaron a llegar apoyos. La Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca anunció la entrega de materiales y remesas. Habitantes de la vereda La Concepción se comprometieron a preparar y vender mil almuerzos para recaudar fondos destinados a las familias afectadas. Los secretarios de despacho se sumaron con aportes económicos personales y la Alcaldía dispuso de recursos adicionales. Se anunciaron cartas a comerciantes, ferreterías e industrias del municipio para invitar al sector privado a vincularse a la jornada de ayuda.
En medio de las ruinas, funcionarios municipales tomaban fotografías, levantaban encuestas, elaboraban balances. El alcalde explicó que esos registros son obligatorios para sustentar informes y acceder a apoyos institucionales. También pidió comprensión mientras se consolida la información y reiteró que las ayudas llegarán. La creación del comité “Unidos Somos Todos” busca precisamente ordenar esa solidaridad dispersa y convocar apoyos tanto en Santander de Quilichao como en otras regiones del país.
El caso de Doña Berta apareció en las declaraciones oficiales como símbolo del daño humanitario. Una vivienda levantada durante décadas, destruida casi por completo en minutos. Podría mencionarse también a Fernando Torres, presente en procesos comunitarios del corregimiento; a Jessica Lasso Chocó y a Wilson Mora, que ayudan a los vecinos a asegurar techos mientras esperan que alguien confirme cuándo comenzará la reconstrucción formal.
La cronología de la violencia en Mondomo habla de asesinatos selectivos, atentados con motocicleta bomba, carros bomba, ataques con drones y uso recurrente de artefactos explosivos en la Panamericana. La otra cronología, menos visible, reúne la historia del almidón de yuca desde la primera rallandería de Aniceto Sarria, el acueducto construido en alianza y reconocido internacionalmente, la creación de ASOGRANJA, la consolidación de proyectos orgánicos, la construcción del PAS, la planeación de una granja solar y la negociación de la PCH como parte de un esfuerzo por enfrentar una deuda millonaria.

No se trata de equilibrar ambas listas como si fueran fuerzas equivalentes. La violencia es una imposición; la organización social es una decisión. Mondomo ha sido convertido en objetivo por grupos armados que buscan controlar un corredor clave y golpear la presencia estatal, pero también es territorio donde comunidades campesinas, indígenas y urbanas han construido modelos de producción, acceso al agua, comercio y generación de energía que interpelan al país entero.
En las próximas semanas se multiplicarán las imágenes de máquinas retirando escombros, brigadas técnicas evaluando daños, actos oficiales de entrega de ayudas. Conviene que no se pierda de vista el fondo de la discusión. La seguridad en corregimientos como Mondomo no puede reducirse a más uniformes junto a una carretera; exige políticas integrales que entiendan que cada saco de yuca, cada tanque de almacenamiento, cada módulo del PAS y cada techo de teja reparado forman parte de una misma trama.
Cuando el polvo del último ataque termine de asentarse, el olor a yuca fermentada volverá a imponerse. Los rallanderos madrugarán de nuevo, el río recibirá familias en los días de sol, el centro de salud retomará rutinas de consulta, el PAS abrirá puertas, la granja integral continuará con sus ciclos. En esa persistencia hay una fuerza que suele llamarse resistencia. También hay una pregunta para el Estado y para la sociedad: cuánto tiempo más se le pedirá a un corregimiento que produzca alimento, turismo, energía y organización social, mientras carga con el costo humano de una guerra que se libra, una vez más, sobre las espaldas de quienes viven a la vera de la Panamericana, en el Departamento del Cauca.
El departamento logró una calificación con 70,9 puntos, mientras que 26 departamentos (81,3%) se ubicaron en el rango de “riesgo”
Pese a la disminución en 55 puntos básicos respecto al mes anterior, completa 86 meses por encima del promedio histórico observado entre 2000 y 2019