El Cauca no puede seguir a la buena de Dios

El Departamento del Cauca está en guerra. La carretera Panamericana entre Quilichao y Pasto es un auténtico Lejano Oeste donde impera la ley del más fuerte, la importante arteria vial continental está controlada por grupos armados ilegales que matan, secuestran, extorsionan y roban cualquier vehículo o persona que transita por la zona sin su permiso. Las empresas, los comercios y hasta la informalidad son presa de sus exigencias.

Entre esos actores delincuenciales hay permanentes enfrentamientos y disputas a solo media hora de dos capitales departamentales; la estrategia de llevar la guerra más lejos del Plateado, corregimiento del municipio de Argelia, en el camino real al Océano Pacífico, ha dado resultado, las fuerzas militares no dan abasto para tener cinco y seis frentes de batalla. Tomas guerrilleras, pescas milagrosas, hostigamientos, retenes, y todas esas acciones olvidadas en el resto del país ahora son permanentes, recargadas con nuevas tecnologías como las extorsiones por códigos, QR, cadenas de WhatsApp y ataques permanentes con drones.

Mientras la caótica situación es pan de cada día, la ausencia y silencio de las autoridades locales, regionales y nacionales es evidente -y entendible- pues es una zona capturada por oscuras fuerzas que han ocupado un territorio en el olvido estatal.

El Cauca es quizá una de las pocas regiones en el mundo que tiene costa a un Océano, pero carece de una carretera en condiciones que una el mar con el interior, y no es un Océano cualquiera, es el Pacífico, la misma costa que le da la riqueza a países como Chile o Perú y que es una puerta abierta a la cuenca que es la fábrica del mundo. El grueso de las exportaciones del Departamento del Valle (10% del PIB colombiano) sale por la Panamericana a Ecuador, un país dolarizado que también lucha contra la atomización del narcotráfico.

Ningún ministerio habla del gran problema, incluso la Vicepresidencia -en manos de una natal de esas tierras-, no se apropia de soluciones, no hace nada; solo van a agitar a las comunidades indígenas en tiempos de protestas para usarlos como carne de cañón en las protestas ciudadanas. La 4G que desde hace más de 15 años construye la doble calzada Popayán-Quilichao tiene interrupciones por extorsiones, secuestros, quema de maquinaria y todas esas acciones que nunca llegan a la gran prensa ni a oídos de los gobiernos.

Valle y Cauca sumados son casi 12% del PIB nacional, y un territorio estratégico porque no solo es el nacimiento de los ríos Magdalena y Cauca, sino punto geográfico de Buenaventura, único puerto sobre el Pacífico, por donde pasa la mitad del comercio internacional colombiano; casi todo el café sale al mundo por este puerto.

Ahora bien. No todo es responsabilidad del olvido nacional centralista, también tienen responsabilidad muchos habitantes del Valle y el Cauca que han sido permisivos con la autodestrucción social que genera el narcotráfico, de uno de los valles geográficos más ricos del continente.

De nada le ha servido a la región que unas 20 administraciones nacionales, entre los siglos XIX, XX y XXI, hayan sido oriundas de Popayán o Cali porque los errores históricos de esos gobernantes son las causas de la situación actual, que no parece tener solución a la vista. Debe haber un gran plan a largo plazo para rescatar esta región hoy perdida a manos de la delincuencia, el olvido y el desgreño regional.