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Si bien algunos hechos no pueden atribuirse directamente a la Administración Nacional -el Fenómeno de El Niño o los daños de dos plantas térmicas en las últimas semanas por desgaste natural- hay otros que ya investigan los organismos de control, como los recursos del gasto por confiabilidad.
Lo cierto es que el país está frente a un inminente racionamiento eléctrico, no tanto como un apagón, que traerá serias implicaciones a la economía nacional.
“Nuestros análisis muestran que habría algunos días en los que podríamos tener problemas, en horas puntuales, donde la demanda sobrepasaría la capacidad de generación del sistema”, dijo esta semana María Nohemí Arboleda, gerente de XM, operadora del mercado energético.
De hecho, expertos consultados coinciden en que de darse una suspensión del fluido, así sea parcial, traerá serias implicaciones para el crecimiento económico de Colombia.
Todos los cálculos apuntan a que un nuevo racionamiento podría reducir el crecimiento de la economía hasta en un punto del Producto Interno Bruto, es decir cerca de 8 billones de pesos. Algunos cálculos estiman que durante los catorce meses que duró el apagón de 1991-1992, le costaron al país 1,5 % del PIB, es decir 12 billones de hoy.
El panorama no deja de ser desalentador si se tiene en cuenta que el Gobierno estima que la economía crecerá 3 % en 2016, mientras el Banco de la República cree que será de apenas el 2,7 %.
“Ese efecto económico ya inició: Desde 2006 los colombianos hemos pagado 18 billones de pesos por cargo de confiabilidad, vía tarifas, que se suponía era para garantizar la seguridad del sistema. Estamos ante un fenómeno de usurpación de dineros públicos peor que Reficar y SaludCoop, sostiene el economista Aurelio Suárez.
Para el analista, “es muy difícil” en este momento cuantificar en términos económicos el cambio de los hábitos de consumo y productividad de los hogares, la inversión adicional de muchas empresas en plantas eléctricas para que puedan operar y los menores ingresos por la falta de energía, entre otros factores.
“La experiencia enseña que estos apagones implican una caída de la economía en más de un punto del PIB. Sin duda, los sectores más afectados serán la industria, el comercio y lógicamente los hogares. Pero además el ciudadano se verá muy afectado porque sin luz habrá menos empleo, y habría que esperar a ver cómo se comportan los precios de la energía en bolsa”, agrega el economista Eduardo Sarmiento.
En ese sentido, destaca que un racionamiento eléctrico afectará “las ya deterioradas exportaciones”, que según el DANE decrecieron en cerca del 30 % en enero pasado.
No obstante, el senador del Polo Democrático Jorge Enrique Robledo aclara que el impacto de un eventual racionamiento eléctrico en la economía dependerá de la duración del corte diario y de la prolongación en el tiempo.
“Es claro que el sistema eléctrico colombiano nunca ha estado a la altura de las necesidades del país. Lo del cargo de confiabilidad ha sido un desastre, la capacidad instalada es insuficiente. Si hoy no estamos en apagón es porque estamos importando energía de Ecuador. Aquí no se puede hablar de imprevistos, de fenómenos que nadie contaba, lo que pasa es que no ha habido una política de prevención”, afirma.
Al respecto, el presidente de Fenalco Nacional, Guillermo Botero Nieto, admite que aunque el Gobierno “está haciendo un esfuerzo importante”, esta crisis deja una lección: “Colombia se sentía muy sobrada en producción de energía, pero lo cierto es que todavía hay desarrollos energéticos pendientes”.
“El nivel de afectación económica para el comercio es incalculable: imagínese solo el tema de los cuartos fríos y las neveras, no solo en grandes almacenes, sino en las tiendas, en los hogares. Ahora, hoy todo está absolutamente computarizado, lectores de barras, cajas registradoras, etc. Definitivamente un racionamiento eléctrico como el del 92 el país no lo puede volver a vivir, porque sería supremamente grave”, concluye Botero Nieto.
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