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Apartándonos de los aspectos políticos y legales, la respuesta natural parece ser no. Nuestros alumnos nos han oído decir que cuanto mayor sea el número de interesados, mejor; y, sobre todo, que si son pocos, una subasta es peligrosa. No es raro que hayamos dicho: “En una subasta tiene que haber mínimo dos”, con la consiguiente risa cómplice.
Pero ¿sí será así? Hay muchos tipos de subasta y no todas requieren de la típica puja. Por ejemplo, en la llamada subasta holandesa, el precio de venta inicial se fija en un valor muy alto que baja lenta y continuamente hasta que algún oferente oprime un botón que indica que está dispuesto a pagar ese valor por el bien subastado, y la subasta termina. La “puja” consiste en que al haber varios interesados, surge el miedo a dejar bajar mucho el precio y que otro oferente oprima el botón antes, llevándose el bien a un precio inferior al que uno hubiera estado dispuesto a pagar inicialmente. En una subasta holandesa un único oferente sería catastrófico para el subastador, porque el precio final estaría muy cercano a cero, con independencia del valor real del bien subastado.
Lo que en realidad se busca en una subasta es descubrir: 1. quién es el comprador que está dispuesto a dar más por el bien, de todos los posibles interesados y 2. cuál es el mayor valor que ese interesado está dispuesto a dar.
Supongamos, como ejemplo, que hay tres interesados: para uno, el bien vale 100, para otro, 80 y para el tercero, 50. Como vendedores, no sabemos cuál de los tres es el que valora más nuestro bien, ni hasta cuanto está dispuesto a llegar. Lo interesante es que el bien se terminará vendiendo en un precio ligeramente superior a 80 y no en los 100 en que idealmente se podría vender. La razón de esto es que una vez la oferta sobrepase los 80, solo quedará un único oferente; descubriremos quién es el que más valora nuestro bien, pero no tanto, hasta dónde está dispuesto a llegar.
En la medida en que haya más oferentes es más probable que haya personas (o empresas) que valoren el bien en un precio superior a 80 (aunque sea menor a 100), lo que obligará al oferente más interesado a subir su precio. Esta es la idea de que haya varios, ojalá muchos, interesados.
Otra forma de encontrar el valor real de un bien es que, aunque sean solo dos los interesados, valoren casi en lo mismo el bien, digamos 98 y 100. Si esta afortunada situación (para el vendedor) se da, el precio final de venta será de 99, solo un poco por debajo del máximo valor de mercado.
Sin embargo, sería muy grave si para un interesado el bien vale 100 y para el otro 50 porque en este escenario la puja se detendría en un valor ligeramente superior a 50, muy por debajo del valor máximo posible; esta es la situación ideal para el comprador y fatal para el vendedor.
Una forma de cubrirse ante esta eventualidad es poner un piso, un valor por debajo del cual no se puede entrar a la subasta. Los “pisos” tienen sus más y sus menos, y el inconveniente de saber calcularlos. Si lo ponemos muy bajo será inútil y de pronto contraproducente (indicamos al mercado que valoramos poco nuestro bien), y si lo ponemos muy alto quizá no acuda nadie, lo que nos deja sin subasta y con un antecedente muy malo.
¿Al fin, es posible una subasta con un solo oferente o no?
Aunque no suena natural, si muchos interesados pudieron asistir a la subasta, pero finalmente solo uno aceptó el valor mínimo (el piso), podríamos decir que sí hubo subasta, solo que esta se dio antes de abrir la urna.
¿Se obtuvo un buen precio por Isagén?
Apartándonos, insisto, de las consideraciones políticas, legales y de conveniencia, podría ser que sí, si el piso fue bien puesto. Es posible, incluso, el escenario contraintuitivo en el que, con un piso más bajo, y, de esta manera, más oferentes, el precio de venta hubiera sido menor. De hecho, es un escenario muy posible, porque el retiro de los otros oferentes nos indica que sus precios máximos eran inferiores al piso que puso el gobierno y recordemos que la subasta hubiera parado un poco por encima del valor máximo del segundo interesado.
Si, volviendo al ejemplo, los valores eran 50, 80 y 100, con un piso de 70 y dos oferentes, hubiéramos vendido en 81; con un piso de 90 y un solo oferente, vendemos en 90.
¿Habríamos podido vender en 100? Teóricamente sí, pero no con una puja. ¿Se pudo establecer un piso más alto?
De pronto, pero no hay forma de saberlo. Sin embargo, es raro que en todo el mundo solo una empresa estuviera interesada en pagar ese precio y que aun así este sea bajo. Todo esto suponiendo que hubo información amplia y disponible a todos los interesados, y que la única razón de su no participación fue un análisis de costo beneficio de esos posibles oferentes.
¿Puede generalizarse lo de subastas con un solo oferente?
No, hay que atender a las circunstancias y esto complica mucho los temas legales, porque se requiere criterio y es difícil de regular. Una subasta de un bien público muy posiblemente deba exigir la participación de varios oferentes, por temas de transparencia. La subasta de Isagén es un caso muy particular y este análisis solo pretende mostrar la complejidad de los procesos de subastas ateniéndonos solo a los temas económicos.
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