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El nuevo esfuerzo transatlántico

sábado, 20 de julio de 2013
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Mauricio Jaramillo Quijano

En medio de un clima de tensiones, Estados Unidos y la Unión Europea se preparan para negociar uno de los tratados de libre comercio más determinantes en las últimas décadas.

La coyuntura europea no es la mejor, ni en materia económica ni política. Resulta obvio que las crisis financieras han hecho mella en su popularidad regional y en su prestigio mundial. 
 
En materia comercial Estados Unidos y la UE no han tenido las mejores relaciones en los últimos años. La idea de un acuerdo de este tipo no es nueva, y en el pasado reciente existen esfuerzos signados por el fracaso. En 1998, se intentó negociar pero por el temor de ceder en el tema agrícola, el gobierno francés de Lionel Jospin vetó la negociación. Luego en 2001, el diálogo no pudo avanzar en el marco de la célebre Ronda de Doha en la OMC. 
 
El panorama actual es distinto, y a diferencia del pasado existe voluntad política para destrabar la negociación y la potencialidad del acuerdo es imponente. No obstante, lo que sigue en el proceso está lejos de ser simple. A pesar de que se puedan superar las barreras arancelarias, quedan otros asuntos vitales por discutir. Hasta el momento, los aranceles se concentran más en bienes que en servicios y según la economista Marie Françoise Calmette varían según el sector. En cuanto a los productos europeos éstos tienen que pagar un 20% para tecnología de información y comunicación, y un 56% para la industria aeronáutica y espacial. Inversamente, productos estadounidenses deben pagar un 17,6% de arancel en el sector turismo y un 55,1% para la industria aeronáutica y espacial. Pero habida cuenta de la cultura de consumo europea existen temas de una complejidad mayor que deberán ser negociados. Aquello relativo a lo agrícola, a los organismos genéticamente modificados, y al ámbito cultural será complejo. 
 
Se debe recordar una dificultad adicional que tiene que ver con la impopularidad de la UE por el tema comercial. Sectores de izquierda critican que el proceso de integración se apoye exclusivamente en el ámbito comercial, y cada vez que se plantea una posibilidad como ésta, denuncian el carácter neoliberal del bloque. Además, la coyuntura no favorece la aceptación ciudadana del acuerdo. Primero, porque la denominada troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea) encargada de los planes de rescate para Grecia y Chipre recientemente, es vista como la responsable de la austeridad con la que se decidió poner fin a las crisis, con efectos sociales devastadores. Y en segundo lugar, por el tema Snowden que ha disparado la impopularidad de Estados Unidos en Europa. Con este panorama, va a ser difícil para los gobiernos europeos, presentar el acuerdo como atractivo para el ciudadano del común. 
 
Por ahora, no es claro cuál será el efecto sobre Colombia, que ya tiene un acuerdo de libre comercio con Europa y con Estados Unidos. Precisamente por eso, no se presumen efectos sobre el flujo comercial colombo europeo o colombo americano. Sin embargo, el acuerdo puede traducirse en un referente para negociaciones futuras entre bloques económicos regionales. No se debe obviar que la UE como proyecto de integración ha sido paradigmática, y desde el Protocolo de Trujillo, la CAN decidió adoptar formalmente su modelo.  
 
Resta por ver si el acuerdo se concreta y lograr superar los escollos, que nos son pocos y sí complejos.
 
En conjunto harían 40% del comercio del mundo
Para 2012, el comercio entre ambos llegaba casi a €450.000 millones. EE.UU. es el principal destino de las ventas europeas, con un 17% y es su tercer abastecedor (11%), después de China y de Rusia. Se estima que dicho acuerdo representaría para UE €119.000 millones al año, y €95.000 millones para EE.UU. En conjunto esto cubriría un 40% del comercio mundial.
 

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