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Analistas 15/08/2017

Sesgos y discriminación

Analista LR
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Las diferencias en la participación de mujeres y hombres en distintos sectores de la actividad económica, así como en sus salarios, alrededor del mundo son innegables. Algunos países, y sectores, han hecho más esfuerzos que otros para facilitar el acceso de las mujeres al mercado laboral. Buscar reducir la desigualdad de género y promover el crecimiento económico incluyente es una meta de los países de la Oecd. De hecho, de acuerdo con un estudio de la Oecd igualar las tasas de participación entre hombres y mujeres podría incrementar el crecimiento del PIB mundial en 12% a lo largo de los próximos 20 años.

No obstante, las diferencias persisten. De acuerdo con Mercer, solo el 14% de las posiciones ejecutivas a nivel global están en cabeza de mujeres; de acuerdo con Catalyst solo el 5% de los CEOs de las empresas S&P 500 son mujeres.

Algunos gobiernos, y empresas, han promovido políticas importantes para reducir la discriminación contra las mujeres en el mercado laboral, por ejemplo, igualando las licencias de maternidad y paternidad, o permitiendo que esta sea distribuida entre ambos padres. Otras empresas tienen metas específicas en términos de las mujeres que aspiran a tener en posiciones de liderazgo de manera que implementan programas para identificarlas y explotar su potencial.

Falta un largo camino por recorrer para reducir las diferencias entre hombres y mujeres en el mercado laboral, sin embargo sorprende que estamos lejos de un consenso frente a cómo abordar estas diferencias. La semana pasada, James Damore, un empleado de Google publicó un lamentable memo en el que denuncia que los esfuerzos por promover a las mujeres en el mercado laboral resultan discriminatorios en contra de los hombres. Y no para ahí, justifica las diferencias en la participación de hombres y mujeres en posiciones a nivel directivo con diferencias biológicas y de personalidad según las cuales las mujeres tendrían más interés en las personas que en las ideas, serían más propensas a un comportamiento gregario, padecerían de mayor ansiedad y tendrían una menor tolerancia al stress. Además señala a las mujeres de buscar un mayor equilibrio entre su vida laboral y familiar. Como si este fuera un problema exclusivamente femenino. Naturalmente, ninguno de estos argumentos es soportado con datos. Esto no impidió que el memo fuera replicado en varios medios de extrema derecha (hoy en día tan de moda) en los Estados Unidos.

El señor Damore fue despedido de Google. Pero sus argumentos, a pesar de la pobreza del análisis, siguen alimentando a una fracción de la población que considera que la discriminación en contra de la mujer en el ámbito laboral es justificada. Esto es lamentable.

Los retos para lograr una mayor y más efectiva participación de la mujer en el mercado laboral son grandes. Implican efectivamente promover un entorno de mayor igualdad entre hombres y mujeres dentro y fuera del trabajo, de manera que la familia deje de ser vista como un obstáculo para el buen desempeño de las mujeres en el mercado laboral.

Definitivamente se debe dar un debate sobre cómo hacerlo, pero con base en ideas (de esas que aparentemente no nos gustan a las mujeres) y datos, no en preconcepciones y sesgos. Un debate serio no puede partir de la teoría de la predestinación según la cual las mujeres nacen con un rol ya definido en la sociedad. Que ideas como las del señor Damore tengan eco hoy en día es realmente asustador.

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