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Es un verdadero placer y honor para mí hacer la introducción de una persona con los méritos de Jaime, en una noche tan especial como esta. Por lo tanto, van a escuchar las palabras de un amigo viejo para un viejo amigo.
Es difícil describir a alguien que tantos de ustedes ya conocen, pero haré el intento. La verdad es que no estoy muy claro desde cuándo nos conocemos, si fue en Cali o Panamá, pero sí recuerdo un evento que ocurrió, por casualidad, en 1994.
Era al principio de enero y me montaba en un avión camino a Boston para asistir al seminario de YPO en Harvard. Por casualidad, Jaime estaba a bordo del mismo avión que paraba en Miami, pero en camino a Nueva York. Maniobramos para poder sentarnos juntos y conversamos todo el viaje. Jaime se iba a Nueva York para buscar inversionistas para acompañarle a participar en la venta que iba hacer el gobierno colombiano del Banco de Colombia. Francamente pensé que este muchacho de Cali era un soñador, ya que yo le veía poca posibilidad a que él iba a conseguir que consiguiera los inversionistas, ya que ni siquiera era banquero.
Obviamente, como todos saben, Jaime consiguió lo que se propuso, y esa fabulosamente exitosa transacción fue un gran impulso para el Grupo Gilinski. Obviamente, a mí me hubiese ido mucho mejor acompañando a Jaime a Nueva York que yendo al curso en Harvard.
Después de esa muy provechosa aventura, Jaime ha tenido muchos otros éxitos, pero también algunos pocos fracasos. Siempre digo que lo único bueno de los fracasos es que uno realmente aprende de ellos, pero que también nos enseñan la necesidad de enterrarlos para que no aparezcan más. Jaime siempre ha tenido la habilidad de manejar las situaciones difíciles con meridiana claridad y aplomo. Para Jaime, la vida personal y profesional son parte de una misma obra, y considero que es esa una de las razones por las cuales todos admiramos y nos podemos identificar con este viejo amigo.
También es importante reconocer que nadie llega solo a estos momentos cuando uno es reconocido, como lo estamos haciendo con Jaime esta noche. Los padres de Jaime, Isaac y Perla, son personas, padres y abuelos excepcionales. Siempre han estado allí para sus hijos y nietos, y forjaron los inicios de lo que hoy es el grupo Gilinski, incentivando siempre a sus hijos a soñar y volar.
Su esposa, Raque, la panameña, es el ancla silenciosa de la familia, y si le preguntan a su esposo o a sus tres maravillosos hijos, todos les confesarán que cuando piensan acometer algún proyecto o tienen que tomar alguna decisión difícil, siempre consideran lo que Raque pudiera opinar. Esa unidad familiar, donde se acepta que cada uno es diferente, pero al mismo tiempo parte importante de la familia, es de admiración.
La suerte también es un factor importante, y Jaime sin saberlo sigue un consejo de mi padre, que creía en un particular tipo de suerte. Mi papá me aseguró en más de una ocasión, que uno puede tener mucha suerte trabajando solo medio día. Él decía que medio día era suficiente y que no importaba cuál de las 12 horas uno trabajaba, pero suficiente con medio día. Creo que Jaime se ha excedido en la utilización de este consejo de Don Alberto.
Por esta tenacidad continua, por su inagotable curiosidad, por la construcción de tan respetada y unida familia, por su integridad y por mucho más, Jaime es admirado por sus amigos, sus socios, y colegas. El reconocimiento que esta noche él recibe lleva el nombre de un gran caballero y personaje latinoamericano, Don Enrique Iglesias, que ha dedicado su vida al mejoramiento de nuestra región a través del multilateralismo, el libre comercio y la inversión. Otorgar este premio a nuestro amigo Jaime es un justo reconocimiento a una persona con los mismos valores, dedicación y compromiso con Latinoamérica.
Jaime: ha llegado el momento de otorgarte este muy merecido reconocimiento; muchas felicidades para ti y toda tu hermosa familia.
Gracias a todos por acompañar a Jaime y escuchar a este viejo amigo.
*Discurso ofrecido en Ceapi durante la entrega de Premio Enrique Iglesias