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Analistas 14/05/2022

Eso que llaman emprender, yo lo llamo amor

Sergio Molina
PhD Filosofía UPB

Dirán que el dinero, el gasto y los negocios poco se valen del amor o viceversa, incluso, pensarán que el dinero contradice y aniquila el amor, no obstante, he aquí mi observación, del amor como modo primordial. Para empezar, ¡el amor debe estar conscientemente en todo acontecer humano! O dicho más claramente, el amor en lo que hago y con todo lo que me relaciono, porque las ideas, la manufactura y el servicio, quedan mejores con amor.

El amor no confitado, ni idealizado, como el de muchos amantes, el amor evidente en el oficio, por ejemplo, en el menester de adquirir con esmero una excelente harina para hacer gustosos panes para la venta, harina cosechada con amor desde luego.

También, en unas puntadas precisas en cada pliegue de un vestido que se exhibirá en una vitrina. Pintar, asear y disponer un punto de venta de modo que agrade. No me digan que eso se llama de otro modo que no amor. Como si fuera poco, consideremos que hasta el hábito de guardar para la época de las vacas flacas, es un acto de previsión, seguridad y ante todo de amor, que las universidades nos enseñaron como reserva o provisión.

Ahora bien, lo que llaman disciplina y perseverancia en los empresarios y pequeñas iniciativas de los que “la tenían clara”, en la cabeza y que planearon, programaron y diseñaron hasta instalar el aviso del punto de venta que solo existía en la imaginación; eso también está envuelto en amor.

Para más ejemplos, no hay acto que implique más amor que el de innovar, el innovador se devora el mundo, cree en su idea, madruga, limpia, prepara, atiende, sirve y supervisa con ansias de dar gusto y sorprender a su cliente, eso es un “modo amoroso”, en la intensión de gustar se haya de nuevo el amor. La convicción tiene el amor como fundamento en la medida que se supone generar bienestar en el consumidor, que, dicho de paso, es otro, tan importante como yo, (por él actúo con sensibilidad y misericordia).

Quedan en evidencia los esfuerzos que hicieran las organizaciones en las últimas décadas para mejorar la productividad desde el conceptos de “la organización como familia”, a veces sin sensibilidad, haciéndonos “poner la camiseta” para aumentar nuestro sentido de pertenencia y proyectándonos emotivos videos que no eran consecuentes con la jornada. Como en todo acto humano: si no es auténtico lo que se siente y ofrece, tampoco es genuino el resultado que se recibe.

El amor no solo es sensación, es reflexión y práctica que llevan al buen y bello producto, es el entusiasmo y la expectativa de un inversionista y el desempeño místico de un empleado, ambos reconociendo en propietarios, superiores o clientes que, ese otro tiene un elemento constitutivo: La esencia de ser persona. El amor por lo que se hace, se resume en el modo o estilo amoroso del amante- empresario, que se hace notar (el amor exige la acción).

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