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Analistas 18/07/2022

TLCs: ideología y terquedad

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Decía Carlos Granés (2022 “Delirio Americano”) que la historia artística, política y económica de América Latina se caracterizaba, de una parte, por la obsesión y terquedad de sus gobernantes frente al poder y, de otra parte, por su desdén respecto del buen gobierno. Ello se traducía en poco amor por el ejercicio de la democracia o por las libertades que esta conlleva.

En su obra, Granés ilustra con lujo de detalles cómo poetas (desde Martí hasta Neruda), escritores (desde Mariátegui hasta Gabo), pintores (desde Siqueiros hasta Rivera) e inclusive arquitectos (desde Costa hasta Niemeyer) terminaron como instrumentos de esa gran terquedad anti-democrática en América Latina, bien adrede o inducidos. Lo doloroso para la región es que no se trata de bochornosos hechos históricos, sino que, en las dos primeras décadas de este Siglo XXI, vuelven los movimientos anti-establecimiento democrático.

Estos vienen dominados por mantra del “cambio”, pero desconocen que muchas de sus propuestas agravarían inflación, pobreza y arriesgan la misma democracia. Ahí están los nefastos ejemplos de Cuba, Venezuela o Nicaragua. Aun experimentos menos radicales, como los de México, Chile y Perú, están generando “caos direccional” en políticas publicas, como la constitución en Chile actualmente en discusión.

Exportaciones hacia los Estados Unidos continuaban cayendo

La terquedad regresa en ciclos repetitivos de polarización de izquierda (rechazando fascismo) y derecha (repudiando comunismo). A pesar de los innegables progresos en calidad de vida en casi toda América Latina durante 1990-2014, se insiste en cambiar hacia esquemas fallidos populistas.

La falta de objetividad evaluativa invoca ensanchamientos de “Estados Tigres de Papel”, como lo advierten Acemoglu y Robinson (2020, “El Estrecho Pasillo”). Esos clamores de falso cambio están yendo en la dirección errada del progreso anti-pobreza y amenazan las instituciones democráticas.

Un episodio reciente que suscita gran dolor-regional tiene que ver con el cúmulo de “fake-news” tejidas alrededor de los Tratados de Libre Comercio (TLCs), especialmente en aquellos países que mas se beneficiaron de ellos, como México, Chile o Perú. Pocos saben que las raíces del movimiento global anti-mercados TLC (consolidado en 2000-2005) provino del peculiar Zapatismo de Chiapas, en México. En 1994, el Sub-Comandante Marcos (que no era indígena, ni se había preocupados por ellos, sino por vender su diatriba Marxista-Leninista tras su adoctrinamiento en Cuba) utilizó el lanzamiento del TLC-Nafta como su plataforma política anti-Yanqui.

Lo paradójico es que en los primeros siete años de dicho TLC las exportaciones de México a los Estados Unidos lograron mas que duplicarse al pasar de 9% del PIB a 20% del PIB (ver gráfico adjunto). Y, como resultado de ello, no solo mejoraron todas las cadenas exportadoras de México, sino que se consolidaron ganancias en productividad que le permitieron conquistar algunos mercados en China.

Desconocer estos hechos es lo que le ha permitido a candidatos de izquierda, 25 años después, repetir la falsedad de que dichos TLCs requieren renegociación porque supuestamente solo le han servido a los Estados Unidos. Pues, no; fue el propio Trump el que buscó renegociar el TLC- Usmeca para atajar la avalancha de exportación desde México.

Ese factor de ganancias en productividad le permitió a México enfrentar, sin mayores problemas, la adopción de salarios mínimos del sector automotriz, donde un 80% ya pagaba esos US$16/hora, duplicando el mínimo Estatal de US$7,5/hora vigente en los Estados Unidos. Luego no era cierto que el Nafta generara salarios deprimidos en México como única fuente de competencia, ni que el Nafta implicara pobreza para México como lo promulgara el fallido sub-comandante Zapatista Marcos (anclado en sus fantasías comunistas de inicios del Siglo XX).

Aun en el frente agro-industrial, la competencia ha sido ardua, pero benéfica para México bajo sus TLCs, en casi todos los frentes. En el solo frente de exportaciones de aguacates, México llegó a los US$3.000 millones de exportaciones, tras haber escalado de 400.000 toneladas a 1,4 millones durante la última década. A su vez, Chile ha sabido reinventarse al generar en 5 años nuevas exportaciones de cerezas que ya valen US$1.500 millones (añadiendo a las de salmón, uvas, manzanas, bosques, etc..); y hasta en la árida Perú han logrado generar exportaciones agro-industriales por el equivalente a casi 5% de su PIB.

En cambio, Colombia ha sido la penosa excepción en materia de poco aprovechamiento de los TLCs con Estados Unidos y Europa, los cuales representan una gran oportunidad al cubrir 80% de nuestro comercio internacional. En el mismo gráfico se observa que, a la altura del séptimo año de nuestro TLC, las exportaciones hacia los Estados Unidos continuaban cayendo de 6,2% del PIB hacia 3,4% y, peor aun, las relacionadas con agro-industria mostraban estancamiento secular en 1,2% del PIB.

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