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Analistas 05/10/2017

Renegociaciones Nafta y comercio energético

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

La administración Trump ha venido, desde su campaña, descalificando la política comercial adoptada por Estados Unidos a través de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Canadá y México, conocido como Nafta. Desconociendo los principios elementales de la “ventaja comparativa” y los beneficios de profundizar el intercambio comercial, Trump tiene la errada idea de que los Estados Unidos han terminado por destruir puestos de trabajo en todos los frentes, como si no hubieran ganado ellos preponderancia en todo el espectro de las tecnologías de punta, tanto en industria como en servicios. Su llamado ha sido un necio eslogan de regreso al autarquismo: americano compra americano.

cerca de nueve meses en el poder, Trump se ha dado cuenta de la utopía que representa esta posición anti Nafta y ahora ha virado hacia la idea de renegociar el componente de servicios (el cual estaba poco desarrollado cuando este se firmó en 1994) y de repensar, en particular, el mundo energético. También se aprovechará la ocasión para reabrir la lista de detalle en comercio agrícola e industrial (ver Comentario Económico del Día 17 de mayo de 2017). En medio del “muñequeo” de estas negociaciones, Estados Unidos buscará mermar las exportaciones de vehículos por parte de México, las cuales se estima generan un déficit de US$74.000 millones/año para los Estados Unidos.

El cronograma de negociación del Nafta se ha venido alterando y ahora se estima que solo se iniciarán en 2018 y se extenderían a lo largo de todo 2019. México ha querido acelerarlo, temiendo resultados adversos para el gobierno en el proceso electoral de mediados de 2018. Si llegara al poder el candidato de izquierda López Obrador, se teme que el componente energético de las negociaciones se paralizaría.

Recordemos que México ha llevado a cabo una exitosa apertura energética, desde el 2013, buscando acabar con el monopolio Estatal de Pemex. En particular se tienen los siguientes beneficios: i) la reducción de las tarifas eléctricas para la población, un compromiso del entonces candidato Enrique Peña Nieto en 2012; ii) la recuperación financiera de la estatal Pemex, que ya completa año y medio reportando utilidades; y iii) el aumento de la Inversión Extranjera Directa (IED) en el sector energético de México.

Sin embargo, esta apertura energética le ha permitido lanzar una ofensiva comercial a Estados Unidos a través del ‘shale gas-oil’. Se estima que, en la actualidad, la mitad del consumo doméstico de petróleo en México proviene de la producción de los Estados Unidos. Así, el balance de los flujos energéticos entre ambos países se ha invertido en años recientes, pasando de un superávit a favor de México (unos US$20.000 millones en 2010) a un déficit (de -US$11.500 millones en 2016), ver gráfico adjunto.

De otra parte, la inversión de Estados Unidos en México se ha visto reflejada en el aumento de la capacidad de transporte de los gasoductos, la cual prácticamente se ha duplicado en los últimos tres años. Más aún, el anuncio reciente de la gigante petrolera Exxon Mobil de iniciar operaciones en territorio mexicano en 2017 (con inversiones de hasta US$300 millones) promete llevar rápidamente a los integrantes del Nafta a contar con independencia energética de dicho bloque de comercio. Este es un gran logro estratégico del Nafta frente al Medio Oriente, lo cual contrasta con la debilidad de Europa dependiendo del gas del Transiberiano proveniente de Rusia.

Actualmente se adelanta el tercer ciclo de conversaciones para la renegociación del Nafta. En él se estarán tratando el endurecimiento de las reglas de origen (propuesta por Estados Unidos, para frenar la entrada de productos a bajo costo desde Asia y promover sus exportaciones), mayor regulación ambiental y la protección de la propiedad intelectual. Estas negociaciones se estarán beneficiando del cambio de tono que ha traído el componente energético, donde Estados Unidos siente que ha sido el ganador, pero ni a Canadá ni a México le disgustan los resultados (antes reportados). Los tiempos electorales pasarán a jugar un papel crucial, donde el reloj tintinea a favor de los Estados Unidos y en contra de México.

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