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Analistas 13/04/2018

Reformando (nuevamente) al Banco Mundial: Main Street + Wall Street

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Durante la “Gran Recesión” de 2008-2013, se dieron fuerte críticas tanto a las entidades multilaterales como a los grandes bancos globales. Se decía que el FMI y el Banco Mundial habían fracasado en su representación y defensa de los intereses de los ciudadanos comunes (Main-Street), habiendo cedido en exceso a los intereses del sector financiero global (Wall-Street).

En efecto, las prolongadas crisis hipotecarias del mundo desarrollado (especialmente en Estados Unidos, Gran Bretaña y España) generaron una marcada desaceleración económica e incrementos en las tasas de desempleo (cercanas al 10% en Estados Unidos y al 15% en Europa). Estas crisis hipotecarias generaron graves pérdidas de valor en los portafolios de ahorro de muchos pensionados y pérdidas de la propia vivienda de la clase media-baja al dispararse la relación Deuda Hipotecaria/Valor Comercial (ver Informe Semanal No. 1343 de noviembre del 2016).

A principios de la década del 2000, curiosamente el FMI y el Banco Mundial habían entrado en una fase de achicamiento burocrático al sentir que debía darse era una expansión del sector privado para atender tantos requerimientos de lucha contra la pobreza global y el desarrollo de infraestructura que les permitiera acelerar su crecimiento. Sin embargo, en la era pos-Lehman lo que ha ocurrido es una nueva expansión de dichas multilaterales, estimándose que el staff del FMI ya alcanza una cifra de 3.000 al corte del 2016 (vs. los 1.300 de una década atrás) y en el caso del Banco Mundial se estiman unos 15.000 (vs. los 6.000 de años atrás). Nótese que estas cifras no incluyen el “sequito de consultores” cuasi-permanentes que acompañan dichas instituciones, estimándose en cerca de un 40% de la cifra del staff-permanente (unos 1.200 en el caso de FMI y otros 6.000 en el Banco Mundial, muchos de ellos “recién pensionados” de esas mismas instituciones).

Si bien es cierto que estas instituciones multilaterales han extendido sus servicios a muchos otros países (primero tras la caída de la “cortina de hierro” y luego por expansión de servicios hacia los BRICs), actualmente se vive otro episodio de crisis sobre la relevancia de su actual estructura, particularmente en el caso del Banco Mundial. Paradójicamente, el propio presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, ha venido expresando su deseo de que esta entidad opere con criterios más cercanos a los de Wall Street en materia de consecución y aplicación de sus recursos financieros, con menor dependencia de dineros concesionales, donde la evaluación de su efectividad costo/beneficio ha venido siendo cuestionada (ver The New York Times, “The World Bank is remaking itself...” enero 25 del 2018).

Este llamado ha sido criticado por buena parte del staff (donde, curiosamente, una porción de ellos recibe “bonificaciones” por firma de créditos del Banco Mundial a sus países-clientes). La falta de focalización de los escasos recursos también se ha dificultado por la negativa de la Administración Trump a continuar capitalizando a dichas multilaterales con sus recursos presupuestales. Este debate se ha acentuado desde que la Comisión sobre Multilaterales (Meltzer, 2000) propusiera pensar en “graduar de pobres” a aquellos países cuyo ingreso per-cápita superara el equivalente a los US$5.000-PPA (lo cual implicaría que Colombia dejaría de tener acceso a esos recursos “blandos” del Banco Mundial).

Para colmo de males, tras el debate generado sobre el Doing Bussiness Report del Banco Mundial en Davos en enero del 2018, Paul Romer se vio forzado a renunciar como economista jefe del Banco Mundial. La salida de Romer, así como su pobre efectividad de liderazgo, ha puesto una gran presión sobre el Banco Mundial.

Recordemos que Romer nos había visitado hace unos 3 años en Cartagena para exponer las supuestas bondades de su proyecto experimental sobre Ciudades- Estado. La idea era “refundar ciudades” donde se establecerían “instituciones” del primer mundo en países sub-desarrollados a través de “blindarlas” jurídicamente contra el atraso, la ignorancia y la corrupción. El caso más emblemático había sido el de Honduras, cubriendo el período de gestación (en 2009) hasta su concreción y fracaso reciente (2013-2015), ver cuadro adjunto. De una parte, se quería replicar los casos de Hong-Kong, Dubái o Singapur a través de crear una gran zona de desarrollo para el mega-puerto de Amapala. Pero, de otra parte, esto implicaba “importar” instituciones jurídicas y policiales de alta efectividad para evitar que las pandillas-organizadas y su elevada violencia espantaran a los potenciales inversionistas.

En ese “experimento” de refundar ciudades de primer mundo, en uno de los países más violentos (con 59 homicidios por cada 100.000 habitantes vs. 2 en España), habían participado: el Banco Mundial, el BID, ONGs-cristianas, fondos de capital privado y, por supuesto, políticos de ultraderecha empecinados en refundar su país. Nada de eso era muy nuevo, pues debemos recordar los intentos de refundación cooperativa de Proudhon en el siglo XIX, o las “villas-utopía” que los alemanes trataron de crear en el Cono Sur tras la segunda guerra mundial. Allí la novedad radicaba en creer que se podían reescribir Constituciones y Leyes para zonas particulares dentro de un territorio sub-desarrollado, sin que el resto de los ciudadanos se den por aludidos.

Los hechos recientes indican que tal “laboratorio-institucional” va camino al fracaso (ver The Economist, A shadowy experiment, agosto 12 de 2017). El propio inspirador Romer había desistido de su plan, al darse cuenta de que “el tribunal supremo independiente” (conformado por empresarios y académicos) estaba teniendo problemas para operar como si fuera un Congreso de la República. Ahora Romer también se ha ido del Banco Mundial y su presidente Kim tiene la dura tarea de reinventarse formas operativas más eficientes al interior del Banco Mundial, mientras que Romer seguramente regresará a la “tranquilidad” de la Universidad de New York, quedando claro que una cosa es la academia y otra muy distante el mundo real.

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