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Analistas 16/05/2022

Datos públicos y democracia

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Desde el nacimiento de la imprenta, en el Siglo XV, la diseminación de información escrita ha tenido el desafío de su credibilidad frente al público amplio. En épocas de nuestra colonia española se hicieron famosos los “pasquines” a través de los cuales se diseminaba falsa información sobre cómo iba avanzando la insurgencia criolla frente a una Corona que los quería derrotar con base en contra-información. También fueron comunes los chismes que se erigían en supuestas verdades, por el solo hecho de circular como panfletos-impresos.

De allí que, bajo democracia, la tarea de medios informativos independientes resulte crucial para separar los datos-empíricos respecto de simples opiniones. Durante los siglos XVIII-XX se posicionaron a nivel mundial los diarios-impresos de circulación diaria como la mejor fuente de información. En la medida en que estos probaran su independiente y objetividad en el ejercicio de la información diaria, su credibilidad crecía y con ello la lealtad de sus lectores. Esto redundó en un gran negocio como vehículo informativo de todo tipo. La función de los medios independientes ha sido minimizar la manipulación de información y, por supuesto, ser los mejor informados.

Un buen ejemplo de preservación de credibilidad en dichos diarios, en la era moderna, provino del Washington Post al inducir la caída de Nixon en 1974 debido a sus indebidas escuchas del partido opositor Demócrata. La influencia de esos medios independientes permea todo el espectro político (ver Meg Greenfield, 2001 “Washington”), tal como lo demostraron también Hernando Santos desde El Tiempo y Fidel Cano de El Espectador.

Alguien de la talla de Elvira Samper (tal como lo hiciera ella en su gran obra “1989” del 2019) debería acometer esa profunda tarea de ilustrar explícitamente el papel jugado por dichos medios impresos en la preservación de la democracia. Aunque El Tiempo, El Espectador y Semana ya han sido adquiridos por magnates de Colombia, todos sus nuevos propietarios saben bien que es la preservación de esa independencia lo que mantiene “el valor de mercado” de dichos medios.

Frente al auge de gobiernos populistas en toda América Latina y de las “fake news”, la tarea de validación de la información veraz cobra especial relevancia. Los complejos casos de Trump, no queriendo abandonar el cargo al perder las elecciones, o del absurdo triunfo del Brexit causando profundo daño a la economía de Gran Bretaña, son ilustraciones de cuan importante es el papel de información-veraz para la democracia y el bienestar.

La otra arista de este bien público está en la buena elaboración de estadísticas confiables y la forma en que ellas deben comunicarse, evitando sospechas de manipulación. T. Harford (2021 “The Data Detective”) ilustra con lujo de detalles la pérdida de credibilidad gubernamental cuando los organismos Estatales (equivalentes al Dane de Colombia) manipulan los datos de inflación (el bochornoso caso de Argentina bajo los Kirchner 2003-2017) o los datos de deuda pública (el caso del Ministerio de Hacienda de Grecia).

En este último caso se llegó al absurdo de “votar” al interior del MinHacienda de Grecia por la magnitud del déficit fiscal que se estaría divulgando en 2009, escogiendo entre 4% del PIB (esperado por el mercado) o 14% del PIB (su dato verdadero). Cuando en 2010-2012 la Unión Europea forzó a reemplazar los falseadores de datos en Grecia con gente confiable del FMI (nacionales de Grecia), estos fueron amenazados de muerte al interior del gobierno de turno y algo similar había ocurrido en Argentina con la manipulación de datos de inflación (suspendiéndose su publicación por parte de las multilaterales por falsedad).

Pero estas no son cosas del pasado, sino que los gobiernos populistas ahora en ejercicio están sembrando serias dudas sobre la información pública. Bolsonaro viene amañando los datos de gasto público social en preparación para su dura campaña electoral de noviembre-2022 al enfrentar a los campeones del despilfarro Lula-Dilma, sin reparo en su insostenibilidad fiscal. Y en México, Amlo cometió el error de anunciar recientemente los datos de inflación y los movimientos que haría el Banco Central de su tasa de interés, antes de que estos fuera divulgados por los respectivos organismos. Esto ha sembrado serias dudas sobre la independencia de ambos organismos.

A este respecto existe un serio debate internacional sobre la conveniencia o no de que el organismo Estatal encargado de los datos de inflación informe previamente al gobierno de turno. Se argumenta que ello le permite al gobierno prepararse para salir a dar las explicaciones del caso, pero muchos otros mencionan que frente a gobiernos populistas ello es “dar papaya” para que el gobierno entre a solicitar revisiones de los datos, induciendo a manipulación.

Después del bochornoso caso de filtraciones de datos de inflación que enfrentó el Dane años atrás, este organismo ha recibido buenas evaluaciones de los organismos internacionales. Atrás parecen haber quedado también los serios errores de cálculos sobre línea de pobreza en Colombia. Esperemos que ese riesgo de gobiernos populistas manipulando datos públicos no se presente en Colombia, pero si “el pueblo” opta por la vía del populismo la tecnocracia deberá estar alerta.

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