.
Analistas 16/08/2022

Agravamiento inflacionario global

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Tras el estallido del conflicto Ucrania-Rusia (febrero-2022), se entendió que el problema inflacionario global no sería pasajero al impactar sectores energético y alimentario, agravando persistencia inflacionaria. El panorama inflacionario global luce mas inercial de lo imaginado debido a: i) lenta reacción de la mayoría de los bancos centrales, escudados en que se trataba de choques de oferta y no de demanda; y ii) dificultades para retraer los sobre estímulos monetarios-fiscales heredados de la política contra-cíclica con que se enfrentó la pandemia.

A los bancos centrales no le sirvieron mucho las lecciones obtenidas de los choques petroleros (1973-1979), pues a su interior ganó inicialmente el debate la errada idea de que, tratándose de choques de oferta, poco se ganaba con enfriar la economía elevando las tasas de interés. Aquellos en estado de negación argumentaban que la recesión era evitable y la inflación controlable.

Pero la transmisión monetaria y salarial ha sido tozuda y no perdona este tipo de errores: ahora se tiene evidencia de que Estados Unidos ya entró en fase recesiva y al tiempo continúan lecturas de inflación cercanas a 10% anual. Y en América Latina se tienen lecturas similares en inflación y desaceleración en 2022, siendo Colombia la notable excepción al esperarse crecimiento de 6% en este año.

La inflación total no ha sido mayor gracias a que el grueso de estas economías han adoptado la estrategia (hasta ahora correcta) de evitar meterle candela al problema de costos energéticos mediante alivios impositivos federales y locales relacionados con el precio de la gasolina. Aun así, su precio al consumidor bordea US$5 galón en Estados Unidos (US$6 en California), lo que en Colombia equivaldría a pagar $20,000 galón-corriente, el doble de nuestro actual precio.

El cuadro adjunto ilustra la magnitud del choque de costos resultante del conflicto Ucrania-Rusia. El precio del petróleo se ha disparado en 53% en lo corrido del año, promediando US$110 barril-Brent, aunque en el último mes ha descendido hacia los US$95 como natural reacción a las campanadas recesivas globales que estarían reduciendo los volúmenes a consumir.

Recordemos que Ucrania y Rusia eran proveedores del 34% del consumo petrolero de los países Ocde. En el caso del Carbón el disparo de los precios ha sido de 145%, también debido a la alta dependencia de la Ocde que llegaba a 45% de su demanda. La escalada de precios del gas ha sido de 130% y la Ocde depende de Ucrania y Rusia en 32% de dicho mercado. En otros commodities donde la provisión de estos países en conflicto es baja se observa estabilidad de precios. Por ejemplo, el precio del cobre había descendido 2% en lo corrido del año, pues esos países en conflicto solo participan con 4% en dicho mercado.

Pero la gravedad de la situación no para allí, pues esos marcados incrementos en los costos energéticos resulta que se han venido combinando con encarecimiento paralelo en los costos de los alimentos: en lo corrido del año la soya se encareció 27%, el aceite de palma 31%, el maíz 28% y el trigo 29%. En estos dos últimos casos, la participación de los países en guerra representaba entre 20% y 29% del abastecimiento de los países Ocde y de allí su marcado incremento. También ha sido grave la escasez de insumos relacionados con los fertilizantes provenientes de Ucrania.

The Economist ha señalado el riesgo de hambrunas, especialmente en África. En cambio, países de ingreso medio y alto cuentan con reservas alimentarias y dinero para absorber esos mayores costos, siendo su principal preocupación la contención de la persistente inflación. Aún así, la situación es demandante para los Estados Unidos, dado su recalentamiento a nivel del mercado laboral y la abundante liquidez financiera que solo ahora ha empezado a corregirse.

En diciembre de 2021, ni la Fed ni el BCEuropeo hablaban de la necesidad de elevar sus tasas; en marzo-2022 pasaron a decir que ellas eran inminentes, pero esas alzas en sus repos solo vinieron a concretarse en magnitudes requeridas en junio en la Fed y en julio en el BCE. Finalmente, ellos “confesaron” que se sentían “detrás de la curva de rendimientos” y que el mercado tenía razón al esperar tasas repo de la Fed cercanas a 3% antes de finalizar el 2022 y en el BCE cercanas al 1%, tras haberlas elevado recientemente en rangos 50 a 75 pbs.

Nuestro BR ha tenido comportamientos similares, pero de mayo en adelante apretó el paso en su repo perfilándose hacia el rango 9,5% para el cierre del 2022. Eventualmente cumpliría su cometido de obtener una repo-real del orden del 2% frente a una inflación subyacente que bordeó 7% al cierre de julio, mientras la total continuo escalando al 10,2% anual.

Quienes se quejan de tal actuación del BR aun no dimensionan apropiadamente que la brecha del producto continua recalentada, en al menos un +3% en Colombia, y que las expectativas inflacionarias están des-ancladas. Ha resultado patético que la Administración Duque al despedirse se vanaglorie de dos crasos errores: los días sin IVA y el reajuste del salario mínimo en 10% en 2021. El Ministro Ocampo, acertadamente, advirtió que no repetirá el error de ferias-IVA y ojalá logre controlar reajuste del salario mínimo que arrancará con solicitudes de 15%-20%, representando serios desafíos macro monetarios y fiscales para 2023.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA