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Por esta época del año, en la que el grueso de empresarios continúa afinando sus proyecciones para 2017, resulta de singular importancia avizorar la posible trayectoria del crédito dado su carácter articulador sobre la actividad productiva. En este escenario, el balance de riesgos que hoy se cierne sobre el entorno económico resulta sin duda ilustrativo en el análisis de la dinámica crediticia.
Si bien las cifras consolidadas sobre el comportamiento de la cartera del sector bancario durante 2016 aún no se conocen oficialmente, los indicadores líderes sugieren que al cierre del año la cartera habría crecido 6,1% en términos reales, lo que refleja una desaceleración frente al desempeño crediticio en 2015. En términos generales, y como es natural en un período de desaceleración económica, la trayectoria del crédito reflejó el proceso de ajuste que experimentó la economía colombiana a lo largo del año, un proceso que estuvo asociado, entre otros factores, a las nuevas condiciones monetarias dada la política restrictiva y a la menor demanda interna.
Debe reconocerse, sin embargo, que aún en medio del entorno retador que significó 2016, una variable central de monitoreo crediticio como el indicador de morosidad logró mantenerse en niveles más que aceptables para la coyuntura económica. De igual modo, los indicadores de cobertura continuaron señalando suficiencia en el aprovisionamiento de la cartera vencida, otro elemento que permite evidenciar la fortaleza del sector, aún en períodos de bajo crecimiento.
En medio de este panorama, si bien las perspectivas del crédito para 2017 están sujetas a una eventual recuperación (aunque moderada) de la actividad productiva, la presencia y ponderación de riesgos que podrían afectar su trayectoria final, así como el balance de riesgos propio del sector bancario, serán factores que exigirán un monitoreo constante a la dinámica del sistema. El resultado neto del balance de pesos y contrapesos sugiere, en este contexto, que el escenario más probable de crecimiento de la cartera bancaria para este año estaría cercano a 7,0% real, lo que representa una recuperación ligera frente a 2016.
Esta dinámica guardaría congruencia con un ambiente de menor estrés para el sector bancario y crediticio. En efecto, el conjunto de indicadores macroeconómicos y financieros que tienen incidencia sobre el desempeño del sector bancario sugiere que el nivel de tensión al que podría estar sometido el sistema en 2017 disminuirá frente a 2016. No obstante, aunque la probabilidad de un escenario de menor estrés financiero parece elevada, dicha trayectoria contiene elementos que podrían generar sesgos a la baja sobre el crecimiento de la cartera y, a su vez, morigerar la disminución en el grado de tensión.
En particular, si la tasa de política monetaria se mantiene persistentemente por encima de los niveles de neutralidad sobre la actividad económica y si, además, la economía se expande a ritmos más cercanos a 1,0%-1,5% real, el crecimiento de la cartera difícilmente superaría 3,0% real, lo que constituiría la mayor moderación desde la crisis económica de 2009. Lo anterior pone en evidencia no solo la necesidad de darle celeridad al proceso de recuperación de la economía sino a la importancia del accionar oportuno del Banco de la República en materia de tasa de interés, una tarea nada fácil si se tiene en cuenta que la inflación y sus expectativas se mantienen por encima del rango meta.
En suma, la industria bancaria no será ajena a los desafíos que tendrá que asumir la economía durante 2017. Si bien el panorama luce, en principio, más alentador frente a lo acontecido en 2016, los esfuerzos deberán seguir alineados en los procesos de monitoreo y gestión de riesgos, un hecho que le permitiría al sector continuar irrigando crédito y contribuyendo con una mayor generación de valor agregado y una mayor estabilidad económica.