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Analistas 19/04/2023

Punto de inflexión

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Con la excepción del Gobierno de Uribe, generalmente en Colombia los presidentes llegan a un punto de desgaste donde ya no es fácil recuperarse. Esto le ha ocurrido a Gustavo Petro. Su desaprobación a poco más de ocho meses de Gobierno llega ya a 55%, superando ampliamente su aprobación de 36% según la última encuesta de Datexco. Ahora bien, esto no sería tan grave si no fuera porque coincide con el resquebrajamiento de la coalición política que le aseguraba mayorías en el Congreso para sacar adelante una ambiciosa y polémica agenda progresista. Y esta combinación sí es crítica.

En el crecimiento de su desaprobación han incidido muchos factores. Su proyecto de “Paz Total” fue calificado como “Caos Total” por el prestigioso semanario The Economist. El desastre del cese al fuego, repudiado por el ELN y el Clan del Golfo, mostró incompetencia e ingenuidad. Todo esto mientras el campo se llena más de cultivos ilícitos y en las ciudades principales crece la percepción de inseguridad. En el plano moral, los escándalos de la familia presidencial que sugieren la posibilidad del ingreso de dineros del narcotráfico a su campaña, y el desconocimiento notorio de los temas básicos de gobierno por algunos de sus funcionarios no ayudan. Menos ayudan sus múltiples encuentros con Nicolás Maduro, el dictador que más antipatía genera en Colombia.

En el plano de la coalición, la raíz del problema radica en que solo es mayoritaria con el apoyo de los liberales, los conservadores, y la U, partidos que no acompañaron a Petro en la campaña presidencial, por lo menos en la primera vuelta, y que no comparten necesariamente el alcance o la intención de buena parte de su agenda de gobierno. En el caso de los conservadores es increíble incluso que estén como partido de Gobierno, en contra del sentimiento mayoritario de sus bases. Pero ya afloraron los escollos.

Solo en el último mes la reforma política fue retirada, la reforma a la justicia es denunciada por el mismo Fiscal dados sus peligrosos micos de impunidad, la reforma laboral no empieza su discusión, así como la pensional, y la reforma a la salud tiene a punto de estallar a los partidos adherentes. Sorprendentemente, dentro de la misma bancada del Pacto Histórico empiezan a darse diferencias que parecen irreconciliables. Mientras esto pasa, connotados activistas de izquierda ventilan por medios su desilusión con el Gobierno.

Frente a todo esto, el presidente Petro reacciona reclamando el apoyo popular en las calles a sus reformas que asegura favorecerán a un pueblo que no se muestra muy convencido, especialmente en el tema de salud. Por otro lado, pide renuncias en un claro chantaje a los partidos adherentes que tendrán que explicar a sus militantes y a su base cómo votarían iniciativas legislativas donde ninguno de sus aportes importantes ha sido tenido en cuenta.

Es aquí y en este momento cuando el país debe mostrar su talante democrático y su vocación institucional. Es así como de cara a unas elecciones regionales, los partidos deben volver a sus principios y devolver el equilibrio perdido en el legislativo. El tufillo de autoritarismo y sus políticas erradas, aunado a una insolidaridad grosera con nuestras fuerzas armadas y de policía, han hecho fuerte mella en la imagen de Gustavo Petro. Esto quedará reflejado en la próxima contienda del 29 de octubre y las fuerzas políticas están advertidas en dónde quieren alinearse.

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