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Analistas 08/06/2012

La larga marcha hacia la economía global

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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La puesta en vigencia de los TLC con Canadá, Suiza y Estados Unidos, además de los que deben hacerlo en un futuro cercano con la Unión Europea, Corea, Japón y otros países, traerá un cambio en la composición del comercio exterior colombiano.  Es previsible que el impacto inmediato sobre la economía en su conjunto de estos acuerdos sea menos espectacular de lo que esperan algunos, a la vez que menos catastrófico de lo que pronostican otros.

En el transcurso de unos años, es probable que, de manera gradual, los patrones de producción y de consumo se vayan ajustando a las nuevas oportunidades de exportación, y a las ventajas que ofrece la competencia a los consumidores, en forma de mayor variedad de bienes y mejores precios.  La experiencia con los acuerdos de libre comercio de países comparables a Colombia permite describir en forma aproximada algunos de los resultados esperados.

Los flujos comerciales en ambas direcciones tendrán un aumento significativo.  Al principio, es probable que las importaciones registren un incremento superior, debido a la mayor flexibilidad de las economías industrializadas para responder a cambios en la demanda.

Se espera que ocurra un desplazamiento de capacidad empresarial, recursos de investigación, capital y mano de obra hacia el cultivo de productos agropecuarios en los cuales Colombia tiene ventajas comparativas.  Esa reasignación de recursos contribuye a elevar la productividad de la economía.  Lo cual debe traducirse en el vigoroso despegue de las exportaciones de vegetales, frutas tropicales y alimentos procesados.  La intensidad en el uso del factor trabajo de esos sectores lleva implícito un efecto favorable sobre el ingreso de la población rural como consecuencia del desplazamiento de capacidad productiva.

El aumento de las exportaciones de manufacturas provendría principalmente del hallazgo de nichos inesperados y del surgimiento de nuevas inversiones encaminadas a aprovechar la localización geográfica del país respecto al mercado norteamericano. La disminución en el precio de los cereales, productos lácteos, frutas del hemisferio norte y bienes similares tendrá un impacto positivo sobre el ingreso de los hogares; en particular, el de las familias de menores ingresos.  Este fenómeno, agregado a la elevación del ingreso rural y a la mayor generación de empleo industrial y de servicios se reflejará en una mejoría del nivel de bienestar.

Después de algún tiempo, una vez el libre comercio se haya convertido en parte de la normalidad cotidiana, el TLC con Estados Unidos perderá importancia como tema de controversia.  Por una parte, los vaticinios cataclísmicos de sus opositores habrán resultado infundados.  Por otra, tanto los trabajadores como los consumidores habrán podido constatar las ventajas de tener un intercambio comercial fluido con economías desarrolladas. 

Eso es lo que sugiere la experiencia de otros países latinoamericanos. En México, ningún estadista responsable recomienda retirarse de Nafta.  Es de esperar que los gobiernos colombianos del futuro, independientemente de su  ideología, reconozcan que disponer del acceso privilegiado al mercado de nuestro principal socio comercial constituye un activo valioso.

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