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Analistas 04/06/2015

Episodios de ajuste económico

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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En América Latina se ha puesto en evidencia el significado del final del auge de los commodities y la consiguiente reducción en los términos de intercambio.  Se estima que el crecimiento del PIB regional será de 0,9%, resultado que refleja el deterioro económico de Argentina, Brasil y Venezuela.  Pero la ralentización de la actividad económica es generalizada.  En mayor o menor grado, todos los países latinoamericanos están teniendo que adaptar las políticas públicas y el nivel de gasto a un contexto de dificultades.  Por fuerza de las circunstancias, el margen de maniobra de los gobiernos se ha estrechado.

El presente estado de cosas sugiere que fue poco afortunado, por parte del  Banco Interamericano de Desarrollo, haber proclamado la Década de América Latina hace unos años.  Los altos precios de los bienes minero-energéticos y la demanda de materias primas por parte de la China favorecieron las exportaciones regionales.  Ese impulso transitorio no siempre se tradujo en incrementos del nivel de ahorro o en transformaciones significativas de la estructura productiva de los respectivos países.  Tal como sucedió con experiencias anteriores, la contribución de la bonanza a cimentar el desarrollo de largo plazo fue modesta.

Los países que utilizaron el auge de los commodities para aumentar el consumo y estimular el despilfarro sufren las consecuencias de haber tolerado grandes distorsiones económicas.  En Venezuela, la ineptitud gubernamental ha producido un caos monetario y la destrucción del aparato productivo nacional.  En Argentina, Cristina Kirchner se niega a reconocer la necesidad de hacer un ajuste.  Prefiere transferirle el costo político del descalabro populista al próximo gobierno.  Mientras tanto, la actividad económica se contrae, al tiempo que aumentan el desempleo, la inflación y la fuga de capitales.

En Brasil, el gobierno se esfuerza por corregir los desaciertos en el manejo económico de los años anteriores.  El riesgo de perder el grado de inversión ha obligado a la presidenta Dilma Rousseff a adoptar medidas de austeridad fiscal y disciplina monetaria que había denunciado durante la campaña electoral.  El ministro de Hacienda, Joaquim Levy, no vacila en criticar el populismo y el capitalismo de Estado, conceptos emblemáticos de la ideología del PT, el partido de gobierno.  El escándalo de corrupción de Petrobras ha contribuido a erosionar la credibilidad gubernamental.  En condiciones de impopularidad y pérdida de confianza, el gobierno está desautorizando su manejo económico anterior.  Con una caída de PIB que se estima en 1,5% y una inflación de 8% en el 2015, Brasil trata de recobrar el equilibrio macroeconómico en un contexto de turbulencia política.  Según el economista Ilan Goldfajn, ‘estamos pagando el costo del pasado.’

Los gobiernos que han tenido un manejo económico prudente se benefician de poder adaptar sus políticas públicas al menor ritmo de crecimiento y a las restricciones presupuestales, en circunstancias menos apremiantes.  La experiencia latinoamericana reciente demuestra la importancia de prevenir los desequilibrios fiscales y monetarios.  Una crisis económica que no se corrige a tiempo termina por convertirse en una crisis política.
 

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