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Analistas 09/11/2023

Debacle chavista en Medellín

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

Medellín repudió el estilo bolivariano de gobierno, tanto a nivel local, como a nivel nacional. Esa es la forma de colocar el resultado de las elecciones del 29 de octubre en un contexto latinoamericano. Habida cuenta de la experiencia de la ciudad con una alcaldía chavista, las elecciones adquirieron el carácter de un plebiscito respecto a la opinión de la sociedad acerca de la autoridad local y el gobierno nacional.

El resultado fue contundente. La oposición al chavismo obtuvo 73% de los votos, contra 10% de respaldo al continuismo. La votación también sirvió para expresar el descontento con el rumbo que ha tomado el gobierno nacional.

El alcalde saliente, identificado con el partido de gobierno, el Pacto Histórico, implementó a nivel local el modelo de Hugo Chávez: lucha de clases, hostilidad hacia los empresarios y los técnicos, así como la transformación de las entidades estatales en botín político para favorecer a sus allegados. El significado de su estruendosa derrota, que es un explicable motivo de júbilo, trasciende el ámbito local.

Ahora bien, si de lo que se trataba era de hacer un experimento de laboratorio para trasplantar en Colombia el Socialismo del Siglo XXI, se escogió el lugar menos indicado para ese propósito. Además de tener una arraigada mentalidad empresarial, Medellín es una de las ciudades más cosmopolitas del país. Tiene fuertes vínculos con las democracias industrializadas. Un número considerable de empresas antioqueñas obtienen entre 30% y 50% de sus ingresos como resultado de la integración en la economía internacional. La ciudad acoge anualmente a centenares de miles de visitantes extranjeros, en calidad de turistas, inversionistas y nómadas digitales provenientes, en gran parte, de Norteamérica y la Unión Europea.

Hay una significativa presencia de inversión extranjera directa en la ciudad y de inversiones de multilatinas paisas en el exterior.

Hasta hace poco tiempo, un acuerdo tácito entre dirigentes empresariales y políticos le dio a la ciudad un buen gobierno y permitió hacer de EPM una empresa ejemplar y próspera. Pero los acuerdos tácitos suelen ser frágiles. Para proteger a EPM a largo plazo, debe permitirse la participa-ción de capital privado en su estructura accionaria.

Medellín logró esquivar una bala, y eso es algo para celebrar como es debido. Pero no basta con celebrar. Debe aprovecharse el triunfo electoral reciente, y la magnitud del mandato que se ha recibido, para asegurar que no pueda volver a ocurrir un asalto como el que han sufrido la ciudad, y EPM, la joya de la corona. De inmediato, hay por delante una urgente tarea de reconstrucción y de asignación de responsabilidades a los causantes del desastre. Al mismo tiempo, es indispensable hacer los cambios legales, institucionales y de gobierno corporativo requeridos para garantizar que la estabilidad de la segunda empresa más importante del país no se juegue a los dados cada cuatro años.

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